Foto: Rebeca Martínez | Facebook
Texto: Fede Gayardo
La actriz, cantante y bailarina cubana Rebeca Martínez decidió contextualizar una trayectoria caracterizada por el esfuerzo personal, las oportunidades logradas a pulso y también por episodios de censura que, como ella misma reconoce, le dejaron marcas. En una entrevista con el portal La Familia Cubana, la artista desmantela mitos, aclara rumores y reivindica lo que ha construido gracias a su propio esfuerzo.
Al hablar sobre su situación económica a lo largo de los años, Rebeca es directa. Relata que la mejora llegó cuando comenzó a trabajar en cruceros. “Mejoró cuando empecé a ir a los cruceros y a trabajar en otros lugares. Mejoró entre comillas, pero bueno. Estuve un año en un crucero y de ahí me pude comprar mi carrito, que nadie me lo dio. A mí nadie me ha dado nada”, afirma.
Este automóvil, lejos de simbolizar un lujo, representa para ella una conquista personal. Desmontando comentarios y suposiciones ajenas, recuerda que es el único vehículo que ha tenido y que guarda un gran valor emocional.
“Mucha gente afirma y dice cosas que no son. Es el único carro que he tenido. Un Subaru que le puse El Principito”, cuenta. Y agrega una imagen muy concreta de su pasado, marcado por jornadas agotadoras, falta de transporte y largas caminatas junto a su padre desde la Ciudad Deportiva hasta Centro Habana.
“Terminaba los ejercicios y no había transporte… mi papá y yo íbamos caminando… porque no nos gustaba pedir ‘botella’ tampoco”. Por eso, dice, cuando finalmente pudo comprarse el carro, lo llamó como uno de sus libros favoritos: “Yo a ese carrito lo amo… Yo le tengo cariño al carrito ese”.
La conversación también revela momentos complicados de su vida profesional. Rebeca confirma que fue sancionada y que la decisión provino de instancias oficiales. “De hecho yo fui sancionada, me sancionaron cantidad de meses. Me parece que fue el Ministerio de Cultura”, señala sin evasivas.
Uno de los episodios más desconcertantes que recuerda es la desaparición repentina del popular espacio televisivo de ejercicios. Al ser preguntada por el actor Alejandro Cuervo sobre cómo concluyó aquel programa, su respuesta mezcla sorpresa y resignación: “¿Tú lo sabes? Yo tampoco”.
Rebeca explica que grababan con normalidad, pero el programa dejó de emitirse sin previo aviso. “Yo esperando en mi casa para verlo y no salía… llamo a la metodóloga y me dice: ‘Niña, si el programa lo quitaron’”.
La palabra censura se menciona directamente en la entrevista. Al preguntarle si se considera una artista censurada, responde sin titubear: “Sí, sí. Esa etapa y más para acá también”. Recuerda, por ejemplo, cuando no pudo participar en carnavales y tenía prohibido aparecer en televisión, salvo en los ejercicios, que describe como un proyecto “sagrado”. Incluye restricciones más recientes: “No hace mucho… hablaron sobre tenerme en bajo perfil o algo así”.
Finalmente, Rebeca aborda una etiqueta que la ha acompañado durante años y sigue generando debate: la de vedette. “Yo nunca he dicho ni me he considerado vedette”, aclara. Reconoce que el término puede tener diferentes interpretaciones, pero prefiere definirse de otra manera. “Más bien yo creo que soy una artista integral… Si me preguntas qué tú eres, yo digo: soy artista”. Aunque agradece el cumplido cuando otros la llaman así, establece distancias, diciendo que “si tú miras en mis páginas sociales dice artista, pero no dice vedette”.
Con sus propias palabras, Rebeca Martínez traza el retrato de una carrera construida paso a paso, entre sacrificios, silencios impuestos y convicciones firmes. Sin victimismo, pero también sin adornos, deja un mensaje claro y contundente: lo que tiene, lo ha ganado sola. Y lo afirma sin levantar la voz, pero con una certeza inquebrantable.



