«Que se las arregle quien les ofrezca un dólar»: Los cubanos reaccionan ante la nueva dolarización.

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Imágenes: Cuba Noticias 360

El anuncio realizado por el gobierno de Cuba sobre la instauración de un nuevo sistema para la gestión y asignación de divisas, que permitirá operar con cuentas bancarias en dólares y euros a partir del 17 de diciembre, ha provocado una inmediata oleada de reacciones en la población, marcada por años de incertidumbre monetaria.

En redes sociales y en las calles de la isla, un sentimiento se repite con fuerza: “allá el que les dé un dólar”.

La medida, presentada como un avance hacia la “transparencia” y la “eficiencia” en el manejo de divisas, busca organizar un entramado económico donde el mercado informal prevalece y donde el peso cubano pierde valor casi a diario. Sin embargo, para muchos cubanos, la iniciativa provoca más desconfianza que expectativas, ya que no es la primera vez que escuchan promesas de este tipo, y en cada ocasión los resultados han sido peores que los anteriores.

En Facebook, X y otros grupos de redes sociales dentro de la isla, la desconfianza es evidente. Los cubanos rememoran que en las tres últimas décadas el gobierno ha oscillado entre dolarizar, desdolarizar, prohibir depósitos, reactivarlos, eliminar el CUC y volver a apoyarse en la MLC, siempre con un impacto directo en el bolsillo de las familias.

“Hoy dicen que sí al dólar, mañana dicen que no. A mí no me cogen más para eso”, comentaba un taxista a sus pasajeros, quienes añadían su temor de que estas cuentas funcionen solo mientras al Estado le convenga, ya que en cualquier momento podrían enfrentar restricciones, congelaciones o convertirse obligatoriamente al tipo de cambio oficial, que es considerablemente inferior al del mercado real.

“¿Para qué abrir una cuenta si después te obligan a entregar las divisas y te devuelven papel sin valor?”, se preguntó uno de los pasajeros. El conductor, con ironía y sabiduría popular, respondió: “el que se quemó con leche, cuando ve una vaca, llora…”

¿Una dolarización sin garantías y con gran escepticismo?

Expertos económicos tanto dentro como fuera de la isla han expresado sus opiniones sobre la medida, reconociendo que el nuevo esquema es una manera de institucionalizar la dolarización que ya existe de facto, pero bajo un estricto control estatal, ya que será el Estado el que defina quién puede abrir cuentas en divisas, cuánto se puede gestionar y para qué están autorizadas las operaciones.

En otras palabras, el gobierno decide quién puede tener dólares y a quién se los otorga, así como lo que se puede hacer con ese dinero ajeno. No es de extrañar que existan tantas dudas, ya que cualquier intervención estatal en la economía ha tenido resultados decepcionantes.

No obstante, no estamos ante una dolarización clásica como las que han tenido lugar en otros países como Panamá o Ecuador, sino más bien un modelo administrativo, parcial y completamente condicionado, donde la moneda extranjera ingresa al sistema, pero permanece bajo la supervisión absoluta del Estado.

La reacción de los cubanos ante el anuncio de las nuevas cuentas en divisas solo puede entenderse si se considera el peso de la memoria económica acumulada en el país. Cada vez que el gobierno plantea una reforma monetaria, la población rápidamente la compara con experiencias previas que, en su mayoría, han terminado afectando el ahorro, el poder adquisitivo y la confianza en el sistema bancario. Este historial de altibajos explica el escepticismo actual.

En 2004, el gobierno prohibió el uso de dólares en efectivo en tiendas y servicios e impuso un gravamen a quienes buscaran cambiarlos. Esta acción marcó la primera gran ruptura de confianza, pues miles de personas que habían ahorrado en billetes estadounidenses vieron cómo su valor se evaporaba de la noche a la mañana. Fue el inicio de una larga relación ambivalente con el dólar, donde el Estado lo necesitaba, pero trataba de controlarlo con rigor.

Años más tarde, entre 2019 y 2020, aparecieron las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC), creando una economía paralela donde solo aquellos con acceso a divisas enviadas desde el exterior podían comprar.

En 2021, la Tarea Ordenamiento prometió fortalecer el peso cubano (CUP), eliminar el CUC y estructurar la economía. Sin embargo, la iniciativa solamente aceleró la depreciación del CUP, originó una inflación alarmante y profundizó la crisis monetaria. Para muchos cubanos, fue un golpe definitivo a la credibilidad de cualquier promesa oficial relacionada con la estabilidad del peso.

Ese mismo año, el Banco Central prohibió los depósitos en efectivo de dólares, justificando dificultades para manejar el billete estadounidense en el sistema bancario internacional. Esta decisión dejó a miles de familias en un estado de incertidumbre que reafirmó la idea de que el Estado puede modificar las reglas de juego sin previo aviso, sin proteger los intereses de los ciudadanos.

Finalmente, en 2023, se revirtió esa prohibición y se permitió nuevamente los depósitos en USD, esta vez por pura necesidad económica. Este cambio repentino constató lo que muchos ya sospechaban: que la política monetaria no respondía a un plan coherente, sino a la urgencia del momento. Cada cambio debilitó aún más la confianza en el sistema.

Un anuncio en tiempos de crisis

La nueva normativa surge en un contexto crítico para la economía cubana, que atraviesa su peor momento en décadas: con inflación persistente, una caída drástica del turismo, apagones prolongados y una producción nacional casi paralizada. Para el gobierno, incorporar formalmente la divisa representa una herramienta para captar liquidez y sostener importaciones esenciales.

Sin embargo, para la población, la medida se interpreta como un intento más de absorber los dólares que circulan en la calle, sin ofrecer garantías reales de autonomía ni disponibilidad de esos fondos.

El recorrido histórico mencionado ha generado una cultura económica marcada por la cautela, donde los cubanos asumen que cualquier reforma puede ser temporal y confían más en el mercado informal, ya que este no les arrebata lo suyo ni les impone condiciones sobre cómo manejarlo.

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