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La más reciente interacción de Sandro Castro con sus seguidores en redes sociales ha vuelto a colocar al nieto de Fidel Castro en el centro del debate público. Durante una ronda de preguntas en Instagram, un usuario le lanzó una interrogante que hace años lo acompaña: “¿Te gustaría ser presidente de Cuba?”. La reacción de Sandro no tardó en hacerse viral.
Sandro respondió con una frase corta, irónica y cargada de doble sentido: “Cuando se caiga el bloqueo, papi.” Su comentario, expresado en un tono aparentemente ligero, fue suficiente para reavivar una discusión que mezcla política, herencia familiar y la propia crisis que atraviesa la isla.
Aunque no es la primera vez que se le pregunta sobre una posible carrera política, su respuesta lo vuelve a colocar en una posición incómoda: ni afirma tener aspiraciones reales, ni cierra definitivamente la puerta.
En intervenciones anteriores, ha declarado que se dedica “al arte y los negocios”, y que no tiene la formación necesaria para ocupar un cargo público. Sin embargo, también ha mencionado que “por su país haría cualquier cosa si el pueblo lo quisiera”, afirmaciones que alimentan la especulación en torno a su figura.
La reacción del público no fue menos intensa. Para muchos cubanos que hoy enfrentan apagones, inflación, desabastecimiento y la peor crisis económica en décadas, resulta desconcertante que un miembro de la familia Castro responda con ironía sobre un tema tan delicado. Para otros, su comentario refleja un intento de distanciarse del aparato político tradicional, dominado por su apellido durante décadas, o simplemente se interpreta como una adaptación de la famosa frase “cuando la rana críe pelos”.
Sandro Castro, conocido por su presencia en redes y por su estilo de vida alejado del discurso de austeridad defendido históricamente por la revolución, se ha convertido en un personaje polarizante. Mientras algunos lo ven como un símbolo de la desconexión entre la élite y la realidad cotidiana del país, otros lo interpretan como un signo de una nueva generación, marcada por el emprendimiento y la apariencia pública como activo social, pero con la protección que le otorga su apellido, permitiéndole decir y hacer cosas que otros no podrían.
No obstante, la pregunta sobre si Sandro podría ser presidente de Cuba no parece estar realmente dirigida a él, sino a un país que se interroga cada vez más sobre cuál será su próximo capítulo y que, al parecer, tampoco está muy preparado para que realmente cambie todo lo que debe ser cambiado.



