Foto: Cuba Noticias 360
Observar cómo un trapiche se mueve lentamente, con la caña atravesando dos cilindros dentados mientras el jugo fresco emerge, es ser testigo de un ritual tan simple como mágico. Ese líquido casi transparente, dulce y refrescante es el guarapo cubano, una bebida que representa identidad, calor y nostalgia.
En su forma más tradicional, el guarapo se elabora moliendo la caña de azúcar en un trapiche y extrayendo su jugo, que se consume de inmediato, idealmente con hielo. Esta inmediatez es esencial, ya que con el tiempo el guarapo se oscurece y cambia de aspecto; incluso, si se deja reposar, sufre procesos de fermentación que lo transforman en una versión alcohólica. Su frescura lo hace más difícil de industrializar que otras bebidas, ya que no soporta largos tiempos de transporte ni una conservación prolongada sin alterarse.
En muchos pueblos y carreteras de Cuba, las guaraperas, esos pequeños puestos donde la caña se muele al instante, eran puntos icónicos de paso para viajeros y locales.
Más allá de su sabor refrescante, el guarapo cubano es una pequeña joya nutricional. Rico en glucosa, potasio, calcio y antioxidantes, se convierte en una fuente rápida de energía y un aliado para la hidratación en climas cálidos.
Además, su bajo índice glucémico permite que el azúcar del guarapo se absorba lentamente, evitando picos abruptos de glucosa, lo que lo hace una opción más saludable que las bebidas industriales o aquellas con azúcares refinados.
Asimismo, se le atribuyen propiedades diuréticas y desintoxicantes, favoreciendo el buen funcionamiento de riñones y hígado. Su contenido de compuestos fenólicos y vitaminas contribuye al fortalecimiento del sistema inmunológico y combate infecciones.
Muchos lo consideran un revitalizante natural, capaz de restaurar fuerzas tras el trabajo al sol o el cansancio diario. El guarapo no solo refresca, también repara, limpia y energiza, rindiendo homenaje a su reputación de bebida humilde pero poderosa.
Sin embargo, detrás de su sabor legendario y sus beneficios para la salud emergen desafíos que amenazan su presencia en las calles cubanas. Con el paso de los años, las guaraperas han ido desapareciendo. Aunque algunas “resisten”, ya no se encuentran en cada esquina como solían estar.
Hoy, los precios también reflejan este cambio. Lo que antes costaba alrededor de 2 CUP, ahora puede variar entre 20 CUP por un vaso y 180 CUP por botella, dependiendo de la zona, el volumen y si incluye extras como limón o hielo. Este aumento se debe tanto al encarecimiento de insumos como a la menor oferta, que incrementa la demanda en los pocos puestos que aún operan.
El proceso también está siendo afectado por el declive del sector azucarero cubano: muchas centrales han cerrado, las áreas de cultivo se han reducido y la logística del transporte de caña se ha vuelto más precaria.
Algunos comentan que en su barrio ya no hay una guarapera cercana y que lo más próximo es una feria agrícola donde traen caña de afuera para moler. No obstante, cuando aparece alguna guarapera ambulante o en plazas de pueblos, la cola se forma de inmediato.
Para quienes crecieron con el olor del trapiche al pasar por el camino, el guarapo evoca infancia, calor, juegos bajo el sol y dulces pausas en jornadas difíciles. Este recuerdo le confiere un valor simbólico que va más allá del refresco. Conservar esta tradición requiere medios, materia prima, mantenimiento de trapiches y un transporte eficiente que hoy no siempre están disponibles.
A pesar de todo, el guarapo cubano se mantiene entre la tradición y la escasez. Cada vaso extraído en una guarapera es un acto de “resistencia cultural” y un recordatorio de que, aún frente al viento del olvido, algunas cosechas dulces pueden seguir brotando de la caña.