Árbitros reacios, lo más reciente que trajo la embarcación de la Serie Nacional de Béisbol.

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Foto: RL Hevia (Archivo CN360)

Año tras año, la Serie Nacional de Béisbol se posiciona no solo como el evento deportivo más importante de Cuba, sino que también se transforma en una extensa telenovela, repleta de subtramas que van más allá de lo meramente deportivo: algunas son divertidas, otras no tanto.

La 64ª edición de este pasatiempo nacional no ha sido la excepción y ha incluido episodios de comedia, tensión e incluso violencia.

El acontecimiento más reciente involucró a los árbitros durante la subserie entre Mayabeque y Las Tunas. El sábado pasado, los cinco oficiales asignados para el cuarto partido reportaron problemas estomacales, según se informó desde el mismo estadio Julio Antonio Mella.

Las razones detrás de esta inusual situación nunca fueron esclarecidas, aunque se sospecha que la indisposición puede haberse debido al consumo de agua o alimentos en mal estado, algo que no sorprende ante las condiciones cada vez más precarias de los servicios en Cuba.

Este incidente fue solo uno de tantos, a apenas un mes del inicio del campeonato. Días antes, el 27 de septiembre, una violenta disputa entre Eriel Sánchez, manager de Sancti Spíritus, y Miguel Rojas, chequeador del partido por la Comisión Nacional, terminó en peleas y renuncias.

El exreceptor campeón olímpico fue sancionado con una suspensión de cinco años del sistema deportivo cubano, tras lo cual anunció su dimisión total como director. Rojas, por su parte, recibió una pena de tres años, lo que lo dejó insatisfecho y anunció su intención de apelar.

Dos jornadas antes, el encuentro entre Industriales y Granma fue suspendido a causa de un apagón nocturno que impidió que los peloteros pudieran descansar. La nota oficial calificó el incidente como “un nuevo out para la organización del béisbol cubano”, en referencia a los constantes problemas logísticos que afectan el campeonato.

El 23 de septiembre, las dificultades se multiplicaron. El traslado improvisado del equipo Industriales desde la Isla de la Juventud hacia Granma se convirtió en una odisea por la falta de transporte, reflejo de un sistema que avanza literalmente “a empujones.”

El mismo día, la subserie entre Las Tunas y Ciego de Ávila no pudo comenzar como estaba previsto debido a la falta de alojamiento en el Balcón del Oriente, lo que retrasó el inicio de los juegos por tres días.

Los antecedentes de este caos se remontan al 10 de septiembre, cuando una suspensión general detuvo toda la jornada debido al colapso del Sistema Electroenergético Nacional. Sin electricidad, no hubo transporte, refrigeración, transmisiones ni las condiciones mínimas para llevar a cabo los partidos.

Esta serie de imprevistos pone de manifiesto el deterioro de la infraestructura y la organización del béisbol cubano, un deporte que en otro tiempo fue un símbolo de orgullo nacional y que hoy enfrenta una de sus etapas más críticas, al igual que el país en su conjunto.

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