Crisis de desechos en La Habana: justificaciones del gobierno por la escasez de contenedores.

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Foto: Archivo CN360

Las autoridades de Servicios Comunales en La Habana han responsabilizado a la ciudadanía por la preocupante situación de los residuos sólidos en la capital cubana. En declaraciones a Cubadebate, el director provincial del organismo, Mariano Suárez del Villar Farrés, afirmó que los habitantes destruyen, extraen o reutilizan los contenedores destinados a la recogida de basura, lo que agrava aún más el problema.

En lugar de admitir el colapso del sistema, el funcionario indicó que los tanques son utilizados para fabricar objetos domésticos: “lo mismo para hacer pozuelos, que palitos de tendedera, o se entierran y convierten en tanques de agua”. Esta afirmación refleja una perspectiva oficial que desvía la atención de la gestión estatal hacia comportamientos individuales.

La Habana genera alrededor de 30 mil metros cúbicos de basura cada día y, según Suárez del Villar, se necesitarían al menos 30 mil contenedores nuevos anualmente. Sin embargo, la Unión de Industria Militar solo podrá entregar 12 mil durante 2025. A esto se suma el “canibalismo” de los depósitos existentes y numerosos robos, lo que deja un déficit estructural sin solución a corto plazo.

Además de la falta de tanques, la recogida de desechos se ve obstaculizada por la escasez de camiones operativos y piezas de repuesto. Aunque se asegura que el combustible está garantizado, el servicio no cubre de manera regular los 15 municipios de la capital. En barrios como Centro Habana, los residuos se acumulan durante semanas.

En lugar de proponer soluciones estructurales, las autoridades continúan culpando al ciudadano común. Este enfoque ha generado indignación entre los habaneros, quienes asocian la crisis no solo con la falta de cultura cívica, sino también con la ineficiencia y el abandono institucional.

Mientras tanto, las imágenes de basura desbordando esquinas, parques y calles principales se han vuelto comunes. A pesar del evidente deterioro, el discurso oficial se mantiene en una línea que prioriza justificar la parálisis antes que abordarla.

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