De Ten Cent de Galiano a Casalinda: la transformación del aspecto de las tiendas en Cuba.

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Fotos: RL Hevia

Texto: Cuba Noticias 360

En el centro de La Habana, la icónica intersección de Galiano y San Rafael fue el hogar desde 1937 de la tienda Ten Cent, una sucursal cubana de la reconocida cadena estadounidense F. W. Woolworth. Este establecimiento, que ocupó el espacio que anteriormente perteneció a La Casa Grande, fundada en 1887 por Faustino Angones, tuvo su inauguración oficial el 29 de enero de ese año, tras su traslado desde San Rafael y Amistad en 1924.

Este local no solo fue uno de los cinco Ten Cents en La Habana, con otros en Obispo, Monte, Vedado y Miramar, sino que se convirtió en el más destacado. Contando con una plantilla cercana a los 1000 empleados, de los cuales aproximadamente el 80 % eran mujeres uniformadas y capacitadas para ofrecer un servicio excepcional, el Ten Cent de Galiano se erigió como un modelo de comercio moderno en Cuba.

El Ten Cent ofrecía productos accesibles (vendidos a diez centavos, de ahí su nombre) junto con servicios como cafetería, peluquería y áreas para niños. Permitía a los visitantes transitar libremente por sus amplios pasillos, examinar los artículos y disfrutar de meriendas con batidos o manzanas acarameladas, todo en un entorno impecablemente limpio y elegante.

Luego del triunfo de la Revolución, el local fue nacionalizado y renombrado como “Variedades”, aunque conservó cierta fachada de tienda por departamentos, fue perdiendo su esplendor. La calidad de los productos decayó, la atención al cliente se deterioró y los espacios se descuidaron.

Hoy en día, el antiguo Ten Cent de Galiano alberga Casalinda, un centro comercial inaugurado el 12 de abril de este año que solo acepta pagos en dólares estadounidenses o tarjetas bancarias internacionales.

Casalinda cuenta con un amplio inventario que incluye productos para el hogar, pequeños electrodomésticos importados, alimentos, cosméticos, productos para mascotas y mobiliario ligero. Sin embargo, todos estos artículos están lejos del alcance de aquellos que no reciben divisas del exterior.

Durante su día de apertura, Casalinda fue presentada como el “nuevo centro comercial favorito” de La Habana, con música, pantallas digitales y “promociones exclusivas”. En su primer piso se pueden hallar alimentos importados, repostería, utensilios para el hogar y productos para mascotas; el segundo piso está dedicado a electrodomésticos, muebles y decoración, con precios que incluso superan los de tiendas europeas.

La tienda es el resultado de un contrato entre Italsav, la firma del empresario italiano Bartolomeo “Beto” Savina, y Tiendas Caribe, que está vinculada al conglomerado militar GAESA. Este modelo representa la apertura a la inversión extranjera en el comercio minorista en divisas, una tendencia que ha ido ganando aceptación en los últimos años.

La realidad salarial en Cuba contrasta notablemente con los precios en Casalinda. No es un secreto que con un salario mínimo que ronda los 2,100 pesos cubanos (aproximadamente 17 USD), esta tienda se convierte en un escaparate de lo inalcanzable para gran parte de la población cubana.

Casalinda simboliza el contraste entre un pasado y un presente marcados por la exclusión y el consumo en divisas. El Ten Cent de Galiano, nacionalizado por la Revolución para ser “en favor del pueblo”, es otro testimonio del abismo económico que separa a los cubanos con acceso a divisas de aquellos que lo observan desde afuera. Pero, sobre todo, es un reflejo de las promesas incumplidas, las idas y venidas, y las contradicciones de un sistema que ha mostrado, desde hace tiempo, su peor rostro.

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