Cuba: de la dualidad monetaria a la «explotación» cambiaria.

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Foto: RL Hevia

El 1 de enero de 2021, Cuba iniciaba la Tarea Ordenamiento, un “ambicioso” conjunto de reformas económicas cuyo objetivo principal era la unificación monetaria, el aumento de salarios y pensiones, así como una amplia reforma de precios.

De acuerdo al gobierno, esta iniciativa era un paso necesario para eliminar la dualidad monetaria —con el peso cubano (CUP) y el peso convertible (CUC) coexistiendo— y “crear un entorno más transparente para las empresas estatales y el comercio”.

Sin embargo, la realidad ha sido muy distinta. Apenas cuatro años después, Cuba ha pasado de tener dos monedas relativamente “estables” a un panorama fragmentado: una moneda virtual sin respaldo económico (MLC), otra de uso restringido para ciertas compras en zonas de comercio y servicios (Tarjeta Clásica) y el establecimiento del dólar y el euro como verdaderos referentes de valor.

A esto se suma la aparición de nuevas divisas extranjeras en las transacciones informales, de las que no eramos plenamente conscientes hasta que el medio no estatal El Toque les asignó un valor en su tasa diaria.

Con el mercado informal de divisas, que hoy marca de facto la economía interna, alcanzando un récord de 400 CUP, han surgido nuevos protagonistas.

Actualmente, el peso canadiense se cotiza en 272.63 CUP, el franco suizo en 349.38 CUP, el peso mexicano en 21.19 CUP y las transferencias a través de Zelle –plataforma de pagos estadounidense– en 394.91 CUP.

Estas tasas, muy superiores a la oficial, reflejan la brecha cambiaria que ha debilitado aún más el poder adquisitivo de los cubanos.

Mientras el tipo de cambio establecido por el Estado se mantiene artificialmente bajo, la vida cotidiana se regula por la cotización que imponen estas operaciones informales, dando lugar a una economía paralela que escapa del control estatal y amplía la desigualdad.

Ni siquiera con los “aumentos” de las pensiones o con la nueva medida de redistribución de inejecuciones del fondo salarial en unidades presupuestadas se logra mitigar el impacto real de esta crisis cambiaria.

La brecha entre el peso oficial y el mercado informal no solo erosiona el poder adquisitivo de la mayoría, sino que también profundiza la desigualdad social y el deterioro económico general.

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