Foto: Archivo CN360
Mientras en Estados Unidos se reactivan las conversaciones sobre una posible revisión del embargo económico a Cuba, en la isla se considera otro tipo de “solución” a la escasez de alimentos: las “croquetas de plátano”. Promovidas la semana pasada por la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, como ejemplo de “alternativas” alimentarias en medio de la crisis, este plato ha venido a simbolizar el contraste entre las especulaciones diplomáticas y la dura realidad del pueblo cubano.
La propuesta desde Washington, aún en fase de deliberación y sin carácter oficial, se estaría gestando en círculos cercanos al presidente Donald Trump. Según fuentes consultadas por CubaHerald, la idea de modificar o incluso levantar parcialmente el embargo busca redefinir la política exterior estadounidense en América Latina, un giro inesperado en un posible segundo mandato de Trump.
Simultáneamente, como ya informamos este fin de semana, la titular del Ministerio de Comercio Interior destacaba en el Parlamento las iniciativas de ciudadanos en provincias como Guantánamo, donde las croquetas de plátano, cuyo contenido proteico proviene de “caldo base de pescado”, representan una respuesta ingeniosa a la escasez. “Están motivadísimos”, aseguró con entusiasmo Díaz Velázquez, declaraciones que provocaron una oleada de críticas en redes sociales.
Por otro lado, el comentarista conservador Tucker Carlson encendió la polémica en EE.UU. al cuestionar la efectividad del embargo: “Lo que estamos haciendo no funciona”. Su influencia, clave dentro del ecosistema republicano, fue vista como un ensayo mediático hacia una posible decisión ejecutiva, aunque el secretario de Estado Marco Rubio, uno de los opositores históricos al deshielo, ya manifestó su desacuerdo.
Sin embargo, del lado cubano, el impacto de un posible levantamiento del embargo no se reflejaría inmediatamente en el plato del día. Con un salario medio estatal que apenas alcanza los 6,506 CUP —y pensiones que no superan los 1,900—, sobrevivir se ha vuelto una hazaña. Un simple cartón de huevos cuesta 2,800 CUP; un litro de aceite, 1,300. Comprar carne, arroz, frijoles y algo de verduras puede agotar el sueldo mensual en una sola compra.
“Desde la Mesa Redonda desde un platanal, hasta las croquetas, no queda duda de que el plátano será nuestro alimento nacional,” ironizó un usuario. Otros fueron más contundentes: “No se cansan de reírse de nosotros”. Las declaraciones de la ministra se suman a una larga lista de episodios donde funcionarios exaltan soluciones alternativas que rozan el absurdo. Basta recordar la cría de avestruces como fuente proteica, promovida en 2019 por el comandante Guillermo García Frías, o la insistencia en la moringa como sustituto de carne y leche.
Para muchos cubanos, estas intervenciones no son más que una burla institucionalizada. La exministra de Trabajo, María Elena Feitó, renunció a su cargo hace pocos días tras las fuertes críticas luego de afirmar que “en Cuba no hay mendigos”. De hecho, el escritor Guillermo Rodríguez Sánchez resumió el sentimiento generalizado: “Se está viviendo una especie de competencia del Consejo de Ministros donde el objetivo parece ser lograr decir la mayor barbaridad y burla hacia la población”.
En este contexto, el debate sobre el embargo parece lejano. Aunque sectores empresariales y parte de la comunidad internacional insisten en que las sanciones son ineficaces, el impacto real de un eventual levantamiento sería limitado si no va acompañado de reformas internas. Mientras tanto, el menú nacional sigue adaptándose a la escasez, cada vez con menos proteínas y más “creatividad”.
La economía familiar en la isla está hoy más supeditada que nunca al apoyo externo. Con el dólar cotizando a 385 CUP en el mercado informal, recibir 100 dólares puede marcar la diferencia entre el hambre y una alimentación medianamente digna. Pero esa no es la realidad de la mayoría.