Voltus V: el autómata japonés que ganó el corazón de los cubanos.

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En la década de 1980, un robot gigante proveniente de Japón capturó la atención de los espectadores cubanos y se asentó en la memoria colectiva de varias generaciones: Voltus V, un anime de ciencia ficción, se transformó en un fenómeno cultural inesperado que trascendió su origen para arraigar profundamente en la isla.

La serie original, Chōdenji Machine Voltes V, fue creada por Saburo Yatsude y producida por Toei Animation. Se emitió en Japón entre 1977 y 1978, en el marco del auge del género mecha —robots gigantes pilotados por humanos— que definió la animación nipona de esa época. A diferencia de otros países donde se transmitió en formato seriado, en Cuba el acceso a la televisión japonesa era limitado, lo que llevó a una solución original: el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) importó los primeros 18 episodios y los editó como un largometraje compilatorio.

El resultado fue Voltus V, una película de aproximadamente dos horas doblada al español por actores cubanos y lanzada en los cines de La Habana en el verano de 1982. Tras su estreno en el popular Yara, las proyecciones se prolongaron durante meses por toda la isla.

A pesar de ser un producto extranjero con referencias culturales diferentes a las de la sociedad cubana, Voltus V conectó rápidamente con el público infantil. La historia de cinco jóvenes que se unen para pilotear un robot gigantesco y enfrentarse a una fuerza invasora extraterrestre reflejaba temas reconocibles: la lucha contra un enemigo poderoso, la importancia de la unidad y el valor del sacrificio colectivo eran conceptos que resonaban con la narrativa heroica promovida por el Estado cubano.

La calidad de la animación, la banda sonora épica y la novedad de ver un “muñequito” tan diferente a lo habitual hicieron soñar a miles de niños y adolescentes. El doblaje, por su parte, aportó una dimensión cercana y cálida, ya que las voces locales facilitaban la comprensión e imprimían cubanía al relato.

El fenómeno de Voltus V no se limitó a las salas de cine. Las conversaciones escolares, los juegos en la calle e incluso los dibujos giraron en torno al héroe robótico. La falta de productos derivados oficiales —muñecos, afiches, camisetas— solo estimuló la imaginación de los niños, que creaban sus propios Voltus de cartón, madera o papel.

Con el paso de los años, el recuerdo de Voltus V se ha mantenido vivo gracias a la nostalgia y a las reposiciones en ciclos de cine o en la televisión cubana, que lo programan como el filme de culto que realmente es. Para muchos, fue la puerta de entrada al anime japonés, antes de que llegaran otros títulos como Mazinger Z o fenómenos más contemporáneos como la fiebre del Otaku.

Hoy, cuatro décadas después, Voltus V continúa siendo venerado entre adultos que crecieron en los años 80 y 90. En redes sociales, foros de cultura pop y eventos de anime en Cuba, su figura es reconocida como pionera. Incluso algunos padres que vieron la película en su niñez la han mostrado a sus hijos, fomentando un diálogo intergeneracional poco común en el ámbito de la animación.

El robot de cinco partes se ha convertido, sin quererlo, en una metáfora: la unión de individuos diversos para enfrentar adversidades. Quizás esa idea, tan necesaria en el tejido social de la isla, explique por qué Voltus V, más que un simple dibujo animado, es memoria compartida, símbolo de una época de descubrimiento cultural y, para muchos cubanos, el héroe que los hizo soñar en la pantalla grande.

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