Cuba resuena en «Tropicoqueta», el álbum más reciente de Karol G.

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Foto: Karol G / Instagram

Desde el teaser de Tropicoqueta, el nuevo álbum de Karol G, lo supimos de inmediato. La artista, adornada con plumas, flecos y tamboriles en la cintura, se presenta ante un sol que ilumina la pantalla, recreando, sin pedir permiso, una noche interminable dentro del emblemático cabaret Tropicana en La Habana, en pleno espectáculo de los años cincuenta.

De fondo, resuena los metales inconfundibles de “Mambo No. 5”, esa joya que Dámaso Pérez Prado lanzó en 1949 y que, en este disco, late con fuerza.

Las redes sociales estallaron en cuestión de minutos. Sufrió un revuelo ese guiño al mambo, llenándose los posts de Tropicoqueta de emojis de fuego y maracas: “Guarden todo”, “álbum del año”, “qué sabor”. El pulso cubano, bajo la audacia de Karol G, demostró, nuevamente, que aún mueve multitudes.

Al samplear a Pérez Prado y vestirse de Tropicana, la bichota sitúa a Cuba en el centro del mapa, justo en el momento en que la conversación sobre identidad latina está en plena renegociación.

La periodista cubana Náyare Menoyo lo expresa con claridad en su canal de Youtube: Karol “trae a Cuba de vuelta al mapa sonoro latino justo cuando más se necesita”.

Detrás de cada pluma, hay una historia significativa. Tropicana, inaugurado en 1939, se convirtió en el templo de la noche caribeña, escenario para Nat King Cole, Celia Cruz y un mambo que se expandía en grandes bandas por Nueva York, Ciudad de México y Tokio. Recuperar esa estética es construir un puente entre los bronces de los cincuenta y las luces del 2025.

No es el único guiño. Después de dieciséis años fuera del foco, la icónica Cristina Saralegui volvió a la televisión con un episodio especial de “El Show de Cristina”, y su invitada estrella fue, precisamente, Karol G. La conversación dejó una gran emoción para toda una diáspora cubana que creció viendo a Cristina y ahora observa cómo su bandera se hace un lugar en el pop global.

El álbum, lanzado el 20 de junio, llega con veinte canciones que combinan reguetón, merengue, bachata, funk brasileño y ese pulso del mambo que resuena en cuatro por cuatro.

Así que, mientras las plataformas se caldean y el mambo comienza a infiltrarse en playlists mundiales, celebremos que la Isla, tantas veces silenciada en el debate cultural latino, vuelve a estar en el ritmo de una superestrella. Porque cada vez que suena el swing cubano, el mundo, sin duda, termina bailando.

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