Foto: RL Hevia
En diciembre de 2024, cuando el primer ministro presentó un conjunto de medidas para fomentar la dolarización de la economía cubana –incluyendo las de ETECSA–, una gran parte de la población dudó que alguna de estas se llevara a cabo.
Cinco meses después, el monopolio de las comunicaciones en Cuba anunciaba precios exorbitantes (o en divisas desde el extranjero) para un servicio que no alcanza los estándares internacionales de conectividad, estando disponibles paquetes que están por debajo del consumo medio de un cubano.
El enfoque estatal, una vez más, se centró en el mismo discurso de «captar flujos procedentes del exterior para reinvertir en el país», y esta será la tónica de todas las medidas que se anuncien en medio de la fuerte crisis económica que enfrenta el país, la más grave desde 1959.
Sin considerar a los más desfavorecidos, el gobierno cubano ha comenzado a implementar ventas mayoristas y minoristas en divisas. Aunque en un inicio afirmaron que se trataría de un porcentaje pequeño, estas han ido cobrando fuerza a nivel nacional, ofreciendo incluso mejores ofertas que las de MLC.
Asimismo, se ha establecido la aceptación de efectivo en divisas en ciertos establecimientos, «para que las dificultades con los procesos de pago electrónico no limiten la obtención de ingresos».
En este sentido, la medida se ha ampliado al sector turístico, en Casas de Habano, farmacias internacionales, ópticas, clínicas internacionales, salas de última espera en aeropuertos y otros lugares que «excepcionalmente se han autorizado».
De igual manera, se actualizaron los precios de los combustibles en dólares como una estrategia para generar ingresos que permitan reabastecer los depósitos nacionales, y se estableció el pago de aranceles en divisas y servicios asociados a operaciones de comercio exterior para las formas de gestión no estatal.
Entre los anuncios del año pasado «para corregir distorsiones» queda pendiente la implementación de un nuevo mecanismo para la gestión, control y asignación de divisas para todos los actores económicos.
La mencionada tasa flotante, destinada a equilibrar el mercado informal de divisas en la Isla, tiene como objetivo permitir tipos de cambio variables que cambien según las condiciones de oferta y demanda de divisas.
A pesar de la negativa del gobierno a admitirlo, la dolarización en Cuba es una consecuencia de la crisis estructural y de políticas improvisadas destinadas a captar divisas que, en este contexto, perjudican directamente a la población que no dispone de esta moneda para acceder a ciertos servicios e insumos.
Aún falta por ver qué otras «nuevas medidas» podrán implementarse en la Isla, que erosionan la igualdad social y dejan al país en una delicada situación de pragmatismo económico.