¿Es rentable ver «Vale la pena»?

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Foto: RRSS

Cuando parece que los temas de los que se puede hablar se han agotado y no hay nada novedoso que aportar, el psicólogo Manuel Calviño logra revitalizar el programa que ha mantenido en la televisión cubana durante más de 30 años. Este espacio, que nació en el contexto del llamado Período Especial, ha ocupado un lugar destacado en el imaginario colectivo de la isla.

Concebido como un segmento de reflexión, donde el diálogo y la pausa se convierten en herramientas para calmar el espíritu y fomentar el pensamiento crítico, «Vale la pena» ha evolucionado más allá del mero entretenimiento y se ha convertido en una especie de guía espiritual en tiempos de incertidumbre. Su trayectoria está profundamente ligada a los altibajos de la sociedad cubana y al papel que la comunicación puede desempeñar en la construcción de una ciudadanía más informada.

Esta propuesta audiovisual nació bajo la dirección y conducción del psicólogo y comunicador Manuel Calviño, conocido públicamente como el doctor Manuel Calviño Valdés-Fauly, una figura carismática con una notable trayectoria en el ámbito de la psicología social en Cuba.

El formato es minimalista: un plano fijo, un fondo negro, la voz pausada del conductor y una reflexión que generalmente no supera los 15 minutos. Sin embargo, esa aparente simplicidad se convierte en su sello distintivo: el programa no requiere artificios para hacer impacto, ya que su esencia reside en el contenido y la autenticidad del mensaje.

Cada emisión trata un tema cotidiano desde una perspectiva ética, emocional y psicológica. Las relaciones familiares, el duelo, la esperanza, el miedo, la honestidad y el poder de las palabras son algunos de los temas que Calviño aborda con un enfoque que no busca ser académico ni dogmático, sino más bien una conversación íntima que invita al espectador a reflexionar sobre sus propias experiencias. En medio de una programación frecuentemente caracterizada por consignas o formatos rígidos, «Vale la pena» se presenta como un oasis de introspección.

El contexto en el que se originó —la grave crisis económica que afectó a Cuba tras la caída del campo socialista— guarda muchas similitudes con la realidad cubana actual, marcada por la escasez, la incertidumbre y la pérdida de referentes ideológicos que influyen profundamente en la psicología colectiva. En aquellos años, como ahora, «Vale la pena» no solo ofrecía alivio emocional, sino que ayudaba a articular angustias compartidas y fomentaba estrategias de resiliencia tanto individual como comunitaria, un papel que hoy también desempeña de manera efectiva.

A pesar de su simplicidad —o quizás gracias a ella—, el programa ha mantenido una audiencia leal durante décadas. Sus emisiones semanales son esperadas por muchos cubanos que encuentran en ese espacio un momento de pausa y reflexión casi terapéutica. En tiempos de nuevas crisis, como la que enfrenta actualmente la isla, caracterizada por el éxodo, la inflación y la desmoralización social, este programa ha recuperado un rol protagónico.

Las redes sociales también han ayudado a ampliar su alcance, con fragmentos del programa circulando a través de WhatsApp, Telegram y YouTube. Más que un programa, «Vale la pena» representa una postura ética frente al caos.

Su éxito radica en hablar desde y para la gente. No presenta una ideología, sino una actitud ante la vida. En un país donde la incertidumbre se ha convertido en parte del día a día, esta pequeña cápsula televisiva subraya que detenerse a reflexionar también es una forma de resistencia.

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