Cuba, el único país latinoamericano al que regresó el Papa Francisco.

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Foto: RL Hevia

Cuando el Papa Francisco llegó por primera vez a Cuba en septiembre de 2015, no solo se sumó a la lista de pontífices que han visitado la Isla —después de Juan Pablo II en 1998 y Benedicto XVI en 2012—, sino que dejó claro que venía con una misión específica: construir puentes.

Solo pasaron cinco meses antes de que decidiera regresar, en febrero de 2016, convirtiendo a Cuba en uno de los escasos países del mundo (el único en América Latina) que volvió a visitar durante su pontificado. Aunque le quedó pendiente visitar su Argentina natal, sí volvió a La Habana.

Recordemos que Francisco llegó a una Cuba en plena transformación geopolítica. Apenas nueve meses antes, Barack Obama y Raúl Castro habían anunciado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. El Vaticano, y especialmente el Papa, desempeñaron un papel crucial en esas negociaciones, actuando como intermediarios silenciosos en uno de los procesos más simbólicos del siglo XXI. De hecho, el 17 de diciembre de 2014, día en que se anunció el deshielo, era el cumpleaños 78 del pontífice.

En su visita de 2015, ofreció una misa multitudinaria en la Plaza de la Revolución, centro simbólico de poder del gobierno cubano. Allí lanzó una clara advertencia: “Las ideologías terminan mal. No sirven”. Y dejó caer una de sus frases más memorables: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

Posteriormente, celebró misas en Holguín y en el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. Con la cúpula del gobierno en primera fila, habló de una “revolución de la ternura” y pidió sembrar reconciliaciones.

Este viaje generó polémica, especialmente entre los sectores del exilio cubano, quienes vieron su cercanía con el gobierno como una traición. En este contexto, se destacó un episodio que dejó huella: su visita privada a Fidel Castro, ya enfermo en su residencia.

No obstante, cinco meses después, en febrero de 2016, el Papa Francisco volvió a La Habana y, desde el aeropuerto José Martí, protagonizó uno de los eventos religiosos más significativos de los últimos siglos: se reunió con el patriarca ortodoxo ruso Kirill, un encuentro que no había ocurrido en casi mil años.

El objetivo era firmar una declaración conjunta que sellara con un abrazo la intención de acercar dos iglesias separadas desde el Cisma de Oriente de 1054. Cuba fue el escenario elegido para este momento histórico.

Esto posicionó a la Isla como un punto de encuentro religioso y diplomático, consolidando la estrategia de Francisco de usar el simbolismo de lugares periféricos para dirigirse al mundo. América Latina fue la tercera región más visitada por el Papa —después de Europa y Asia—, pero ningún otro país de la región lo recibió dos veces. Ni siquiera su tierra natal, que nunca visitó durante su papado.

No obstante, Cuba no fue el único destino repetido. Francisco también regresó a Grecia, Hungría y Portugal. Estuvo tres veces en Francia, aunque aclaró que no fueron visitas al país en su totalidad, sino a regiones específicas como Estrasburgo, Marsella y Córcega.

Durante su pontificado, Francisco visitó 66 países en 47 viajes apostólicos. Recorría todos los continentes. Promovió la idea de las “3T” (tierra, techo y trabajo), el cuidado ambiental con su encíclica Laudato Si’, y abogó por una Iglesia en salida, cercana a los marginados. Sin embargo, su paso por Cuba sigue siendo una de las decisiones más debatidas y analizadas.

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