Enrique Molina, una de las figuras más emblemáticas de la actuación en Cuba, murió en la mañana de este viernes a los 78 años a causa de la COVID-19.
Nacido en el municipio habanero de Bauta el 31 de octubre de 1943, Molina tuvo una trayectoria destacada en el cine, la televisión, el teatro y la radio.
Comenzó su labor en un grupo de aficionados en la provincia de Santiago de Cuba y dio el salto a la actuación profesional en el Conjunto Dramático de Oriente.
Su regreso a La Habana en la década de 1970 lo llevó a la fama en la televisión con su participación en Los comandos del silencio, una de las aventuras más icónicas en la historia de este medio en la isla.
Su aparición en series y novelas siempre fue bien recibida por el público, y sus personajes eran de los más anticipados por los espectadores. Se destacan sus actuaciones en producciones como Algo más que soñar y En silencio ha tenido que ser, entre otras.
Su debut cinematográfico se produjo en 1973 con el filme El hombre de Maisinicú, y desde entonces mantuvo una carrera en ascenso, convirtiéndose en uno de los actores más reconocidos del país.
Trabajó en películas como Derecho de asilo, Una novia para David, Alicia en el país de las maravillas, Caravana, Un paraíso bajo las estrellas y Hacerse el sueco, entre muchas otras.
Los televidentes lo recuerdan especialmente por su interpretación de Silvestre Cañizo en la novela Tierra Brava, que se convirtió en la más vista en las últimas décadas de la televisión cubana, según datos oficiales.
Molina brindó un apoyo significativo a los jóvenes directores y actores, manteniendo una relación especial con la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, donde filmó varias películas con estudiantes y egresados de la institución.
Su fallecimiento ocurre pocos días después de la muerte del músico Adalberto Álvarez, otra gran figura de la cultura cubana, también a causa del coronavirus.
