El Duque negro que arrasa en las redes sociales.

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Texto: Darcy Borrero

La serie de Netflix, ambientada en 1813 y que presenta un duque y una reina negros, fue estrenada mundialmente hace unos meses. Sin embargo, es ahora que algunos internautas cubanos están debatiendo en redes sociales sobre la validez de sus personajes racializados y la fidelidad a la época histórica que representa.

Netflix lanzó Bridgerton durante la Navidad, y ha encabezado la lista de los programas más vistos en la plataforma de streaming en varios países. La empresa estimó que sería vista en 63 millones de cuentas en sus primeras cuatro semanas.

Convertida en una de las series originales más vistas en esta plataforma, Bridgerton llega a Cuba a través del paquete semanal, una alternativa que ayuda a ahorrar megas. La serie ya se ha visto en numerosos hogares del país y está siendo comentada en las redes sociales.

Este miércoles, un post en Facebook de la usuaria María de Jesús, narradora y periodista de Santiago de Cuba, impulsó un debate sobre el tema, generando comentarios y nuevas publicaciones al respecto.

María de Jesús comenzó diciendo que las historias inclusivas no le incomodan cuando son modernas, pero sí cuando se sitúan en contextos históricos.

“Que en una serie sobre el siglo XXI haya personajes de todas las razas, etnias, religiones y orientaciones sexuales conviviendo juntos me parece natural y necesario. Sin embargo, que lo hagan en una serie o película de época, supuestamente basada en un momento real de la Historia, me parece una burrada y políticamente muy incorrecto,” expresó la usuaria.

Ella se describe como “nerd puntillosa y fan de la Historia, hija de una historiadora que necesita exactitud”, y aunque acepta tener “cositas” en relación al racismo, sostiene que “si decimos a los niños que en la Historia hubo gente de todos los colores siendo ‘iguales’ en todos los países, entonces la esclavitud y el racismo nunca sucedieron. Si no comprenden que esas cosas ocurrieron, jamás entenderán por qué hay que luchar para erradicarlos”.

Algunos usuarios rápidamente notaron que el post estaba motivado por Bridgerton, una adaptación libre de las novelas más vendidas de Julia Quinn, que comparten el mismo título.

La serie y los libros se ambientan en el competitivo mundo de la alta sociedad londinense durante el período de la Regencia, un tiempo en el que las jóvenes ‘debutantes’ eran presentadas en la corte y su situación matrimonial se definía en medio de chismes. Sin embargo, la serie de Shonda Rhimes muestra una realeza compuesta por personajes negros que conviven armoniosamente con los blancos, donde el color de la piel no influye en el desarrollo de la trama ni crea conflictos significativos.

En respuesta al post de María de Jesús, Sam Olazábal aplaudió la inclusión de una reina negra y un duque negro, más allá de su aspecto físico. Esta usuaria, estudiante de la Facultad de Medios Audiovisuales de la Universidad de las Artes, no exige a la serie un apego a la historia, aunque compartió una imagen comparativa entre la reina de la serie y el personaje histórico en el que se basa.

No obstante, argumentó: “Dejemos algo claro. Bridgerton no es una serie histórica, ni se centra en la aristocracia británica. Es ficción en un mundo ficticio que toma influencias de diferentes épocas y lugares”, y para aquellos a quienes califica como “los historiadores de Facebook”, presentó un retrato de la reina Carlota de Gran Bretaña, reconocida como la primera reina negra británica.

El historiador Mario de Valdés y Cocom sugiere que varios retratos oficiales de la reina parecen exhibir rasgos claramente africanos. Asegura que fue popular entre los súbditos de raza negra en las colonias británicas, quienes al ver su imagen concluyeron que tenía ascendencia africana.

Valdés también menciona relatos contemporáneos que utilizan un lenguaje arcaico y despectivo de contenido racial, citando a un médico real, el barón Christian Friedrich Stockmar, quien describió a Carlota como una mujer con “verdadera cara de mulata”. Sir Walter Scott la llamó “de mal color” y un primer ministro contemporáneo escribió: “Su nariz es demasiado ancha y sus labios demasiado gruesos”.

Valdés rastrea la genealogía de Charlotte hasta una rama mestiza de la familia real portuguesa, sugiriendo que era descendiente del rey Alfonso III de Asturias y su concubina, Madragana, que, según él, era una mujer mora.

Estas aclaraciones pueden encontrarse en varios sitios web internacionales y, a juicio de Olazábal, “tenemos que darnos cuenta de cuándo nos guía la razón y cuándo nos guía el prejuicio. Todos hemos cometido este tipo de errores; la deconstrucción no ocurre de la noche a la mañana”.

No pocos usuarios han señalado en redes sociales que la ficción no tiene por qué reflejar la Historia, argumentando que la literatura y el cine no deben ser considerados como documentos exactos o testimonios históricos.

Es positivo plantearse el “bueno, ¿y si hubiera sido?”, ya que existe un vasto mundo literario basado en esa premisa, donde se altera un hecho histórico —ya sea una caída que no ocurrió, una muerte anticipada, un nacimiento demorado, una revolución pospuesta o liderada por otros— que provoca reacciones en los lectores y espectadores, argumentan los defensores de la serie.

María de Jesús tiene un punto al afirmar: “La Historia debe aprenderse correctamente o de la manera más correcta posible, porque es la garantía de que no repetiremos las burradas del pasado. Y sobre todo, porque tenemos una responsabilidad hacia esas voces oprimidas, maltratadas y asesinadas. Esa responsabilidad no consiste en hacerles creer a las futuras generaciones que sus vidas fueron un cuento de hadas en busca de una inclusión forzada”.

Sin embargo, como responde la usuaria Lissy Rojas Varela, realizadora audiovisual y especialista en Continuidad o script, no se puede esperar aprender la historia solo a través de la ficción.

Otra línea del debate ha girado en torno a las diferencias entre la serie y los libros originales. “Todo muy lindo. Es más, puedes dar mil explicaciones que yo sigo leyendo la misma tontería donde quiera que meten un Blacklashing: tal obra es ficticia, tal obra no ocurre en el mundo real… Señores, Bridgerton es una adaptación de los libros de Julia Quinn, y si bien la autora deja claros los rasgos de cada uno de sus personajes, duele a quien le duela, esta es otra obra donde se busca incluir a la fuerza. PD: Un duque negro, ¿se habrá visto cosa más absurda?”, opinó el usuario Marcos Domínguez, avivando aún más las reacciones.

¿Por qué esta polémica ha revelado tantos prejuicios? ¿Por qué no podría ser negro un duque? No se trata de normalizar romances interraciales que nunca ocurrieron ni de invisibilizar relaciones de opresión, sino de normalizar diferentes tipos de relaciones sociales a través del pasado. Deconstruirlo para reconstruirnos.

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