Imágenes: Extraídas de Fotos de La Habana
La cultura taurina ha sido siempre un tema relevante en España, generando un amplio debate, especialmente en lo que respecta a los derechos de los animales. Cuba, desde los inicios de la colonización, participó de manera activa en estos rituales taurinos.
El historiador Luis Úbeda menciona que, desde el año 1514, en alguna de las villas fundadas en Cuba por el Adelantado Diego Velázquez, se celebró la primera corrida de toros del continente americano. Úbeda se basa en relatos de fray Bartolomé de las Casas en su libro Historia General de las Indias.
“Acaeció allí luego un terrible caso, que el día de Corpus Christi siguiente, que es cuarto día después del domingo de la Santísima Trinidad, lidiaron un toro o toros, y entre otros españoles había uno allí, llamado Salvador, muy cruel hombre para con los indios, (…)”
Asimismo, en 1538, para conmemorar la llegada del Adelantado Hernando de Soto a Santiago de Cuba, se realizó otra corrida de toros. Sin embargo, no fue hasta 1569, en honor a San Cristóbal, que los habaneros fueron testigos de la fiesta brava. En Matanzas, las corridas comenzaron a celebrarse en 1747.
El escritor José María de la Torre considera estas corridas como “no oficiales” y sostiene que la primera corrida “oficial” tuvo lugar en 1759. Las corridas anteriores se llevaban a cabo en plazoletas o mercados, ya que no existían plazas de toros adecuadas.
La primera plaza de toros, denominada “Aserradero y millo del tío Blas”, fue construida en 1769 entre las calles Monte y Arsenal, en La Habana.
En 1818, se inauguró otra plaza detrás de la posada de Cabrera, en la esquina de la calle Águila, en el Campo de Marte y Belona, donde la Calzada del Monte se unía con la calle Amistad.
Incluso el distante poblado de Regla tuvo su propia plaza de toros, erigida en 1842 detrás de la parroquia local. Esta plaza eligió al picador Erasmo Olvera, originario de Puerto, para formar una cuadrilla para su estreno.
En 1853 se inaguró otra plaza de toros llamada “La Habana” en la calzada de Belascoáin. Durante estas primeras épocas, la mayoría de los toreros provenía de Cádiz, y los diestros gaditanos, especialmente de la capital, jugaron un papel crucial en la difusión del toreo a pie en América.
Durante esos años, se buscaban toros por toda la isla en otoño y hasta se traían de México para las corridas. Fue la primera vez que se estableció en la isla una ganadería dedicada a criar toros de lidia, la de Fábregas.
El 15 de noviembre de 1885, se inauguró la última plaza de toros de La Habana, llamada “Carlos III”. Su estructura era completamente de madera y tenía una capacidad para 10.000 espectadores. En ese evento se presentaron los toreros Juan Ruiz “Lagartija” y José Martín Galindo. Lamentablemente, la plaza se incendió en diciembre de 1897 en menos de 20 minutos debido a ser enteramente de madera.
Sin embargo, la temporada de 1886-1887 dejó una frase popular que perdura hasta hoy: “¡Hombre, eso no lo consigue ni Mazzantini el torero!”. Esta expresión se refiere a la actuación del famoso torero Luis Mazzantini y su segundo espada, Diego Pérez.
El destacado torero español se alojó en el hotel Inglaterra, donde conoció a la célebre actriz Sarah Bernhardt, quien estaba de gira en Cuba. La actriz quedó fascinada con el singular “mataor”, y se dice que los encuentros “fuera de pista” agotaron tanto a Mazzantini, que al momento de actuar fue ofuscado por Guerrita, un competidor igualmente renombrado, quien también estaba en la plaza habanera.
El 10 de octubre de 1899, tras la salida de España, se prohibieron las corridas de toros en Cuba. Aunque en el siglo XX se celebraron algunos eventos esporádicos hasta la década de los cincuenta.
A pesar de ello, la reputación de las plazas habaneras fue tan grande que en España ha habido toreros que mantuvieron el sobrenombre de “El Habanero” por haber toreado allí o por haber iniciado sus carreras en esos terrenos.