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El regreso de los rusos ha desatado un torrente de opiniones en la isla que fue su más leal aliada en el Caribe. A lo largo de las colas, dentro de los hogares y, particularmente, en las ardientes redes sociales, los cubanos se desahogan expresando sus pensamientos acerca del acercamiento entre ambos países.
Aunque los lazos han estado fortaleciéndose desde hace un tiempo gracias a deudas perdonadas, visados sin restricciones, acuerdos mutuos favorables y otros mecanismos en el ámbito de sus relaciones bilaterales, fue solo hace unos días cuando se encendieron todas las alarmas tras el reciente pacto firmado entre Moscú y La Habana, del cual se conoce apenas la punta del iceberg de forma oficial.
Desconfiados, como es común entre los cubanos, muchos analistas han señalado el delicado contexto histórico en el que se formaliza este acuerdo, justo cuando Rusia enfrenta un estancamiento en su guerra con Ucrania y soporta el peso de las sanciones occidentales, mientras Cuba atraviesa una crisis que ha superado con creces el denominado Período Especial tras la caída de la Unión Soviética y el campo socialista. Quizás Rusia no esté en su peor momento, debido a su estatus como potencia mundial; sin embargo, Cuba sí se encuentra en una situación crítica.
Justamente por esta razón es que surgen opiniones tan diversas, pues si esta cierta «invasión» por parte de Rusia hubiera sucedido en un momento de menos penuria económica para la isla, los cubanos probablemente no habrían siquiera contemplado la idea de permitir que empresarios rusos —tan capitalistas como los estadounidenses— se establecieran en el país.
Sin embargo, Cuba se encuentra en una situación comprometida, con un mercado interno incapacitado donde los rusos tendrán que inyectar capital, tecnología, conocimientos y maquinaria, además de invertir en infraestructura básica: carreteras, puertos, aeropuertos e incluso centros comerciales. Los cubanos —si para ese momento no se han marchado todos los profesionales capacitados— podrían aportar su talento y ofrecer una mano de obra que solo espera recibir lo suficiente para comprar un poco de pollo y aceite.
Las conversaciones en la calle y en las redes sociales ya no se detienen: «Si me dan una lata de carne rusa al mes, por mí como si se llevan el diamante del Capitolio»; «Por si acaso, ya estoy aprendiendo ruso para que los Tavarish me entiendan»; «Tanto luchar contra los americanos para acabar en brazos de Moscú».
Los memes, ya sean a favor o en contra del acercamiento, siempre con humor, no se han hecho esperar y hoy sirven para medir la magnitud del fenómeno que se aproxima y la percepción del pueblo sobre lo que algunos ya han comenzado a llamar la invasión de La Habana por el Kremlin.