Foto: RL Hevia
Desde que Manuel Marrero, Primer Ministro de la República, anunció en diciembre pasado durante las sesiones parlamentarias la implementación de un tipo de cambio flotante, la medida ha dejado a los cubanos en un estado de incertidumbre.
“Actualmente, la tasa de cambio no incentiva el reordenamiento de las remesas —reconoció Marrero—. De hecho, a la población no le resulta conveniente que, si necesita pesos, le envíen dinero a través de canales bancarios, puesto que recibiría 1 USD equivalente a 120 pesos. En cambio, en el mercado informal obtendría 1 USD por 320 pesos”.
Desde entonces, se ha conocido muy poco sobre esta nueva iniciativa económica en Cuba, que ha sufrido múltiples descalabros en los últimos años. Quizás debido a la falta de confianza en el sistema financiero nacional, tanto ciudadanos como expertos económicos han expresado escepticismo sobre la viabilidad de una tasa de cambio flotante para operaciones de cambio de divisas por pesos cubanos.
Los especialistas del Observatorio de Monedas y Finanzas de Cuba (OMFI) están entre quienes han intentado prever el impacto de una medida sin precedentes en la política económica del país. “En la segunda mitad de los años 90 se implementó un mecanismo de flotación manejada para las operaciones de moneda en las casas de cambio, pero no existía una flotación diaria; los ajustes eran discrecionales y carecían de regularidad o criterios claros”, explican los expertos.
Al abordar el posible valor inicial de la tasa de cambio, el Doctor en Ciencias Económicas y principal investigador del OMFI, Pavel Vidal, indica que lo más probable es que se establezca una tasa cercana a la del mercado informal para atraer a quienes operan en este. “En economías de mercado, la competencia entre bancos y casas de cambio permite reflejar los movimientos de oferta y demanda en tiempo real, pero en Cuba, donde el Estado tiene el monopolio del mercado cambiario legal, será crucial establecer criterios claros y transparentes”, asegura Vidal. Además, menciona que las reglas que rigen el movimiento de la tasa influirán directamente en la confianza de los usuarios, que ya está debilitada.
En este contexto de incertidumbre, otro economista, Miguel Alejandro Hayes Martínez, ha sido contundente: “La propuesta de continuidad no funcionará”. Para respaldar su afirmación, presenta un argumento igualmente contundente: en el ámbito financiero, donde no prevalecen consignas partidistas ni manuales económicos, el mercado a menudo ignora directrices políticas o modelos rígidos de la realidad.
Según Hayes Martínez, la banca estatal y Cadeca no consiguen competir con las cadecas privadas y los compradores esporádicos. Así lo indican las condiciones específicas que rigen el mercado de divisas en Cuba. Para el vendedor de dólares, su primera opción es el demandante que ofrezca un precio más alto y más rápido, que suelen ser las cadecas privadas.
La banca estatal carece de información actualizada sobre los precios del dólar “en la calle”, afirma Hayes Martínez. Esta entidad no dispone de un sistema propio para recopilar datos que reflejen la realidad, dependiendo en su lugar de registros desconectados del contexto actual.
Por otro lado, el dueño de una cadeca privada y el comprador ocasional acceden a información de manera rápida: revisan grupos en WhatsApp, Facebook y Telegram, realizan unas cuantas llamadas, conversan y se mantienen al tanto de lo que sucede en el mercado de divisas, incluyendo el comportamiento de otros compradores y vendedores de dólares.
Por lo tanto, las cadecas privadas mantienen una comunicación directa con los demás actores del mercado cambiario, interpretando señales y recibiendo información que no llega a la banca, lo que les otorga una ventaja decisiva sobre su competencia.
Lo más preocupante, sin embargo, es una realidad que los expertos describen con alarma: la banca estatal busca recaudar divisas no para el mercado, sino para solventar las necesidades del Estado cubano, lo que hace prácticamente imposible que los dólares recaudados sean vendidos de nuevo a la población.
Esto permite afirmar que, si la tasa flotante funciona, el supuesto mercado oficial de divisas sería en realidad un “medio mercado”, una simple herramienta para extraer divisas en efectivo de la economía interna. Miguel Alejandro Hayes lo ha planteado de manera categórica: el mercado oficial de divisas existirá para ayudar al Estado a salir de las dificultades financieras derivados de su modelo económico.
La ciudadanía, alejada de debates académicos, se encoge de hombros y opta por no hacer predicciones, como Manuel Enrique Fiallo, un vendedor de agromercado que espera “con optimismo” la explicación del gobierno sobre cómo implementará la tasa flotante, una medida que, según su sólida experiencia comercial, podría salvar la economía o terminar de hundirla.