Incrementa notablemente la mortalidad infantil en Cuba.

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Foto: Cuba Noticias 360

Texto: Fede Gayardo

Se prevé que Cuba concluya el año 2025 con una tasa de mortalidad infantil de 9,7 por cada mil nacidos vivos, una cifra que evidencia el incremento de uno de los indicadores más sensibles de la salud pública en la Isla.

Este dato fue admitido por el primer ministro Manuel Marrero durante su intervención en la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde reconoció abiertamente el “deterioro” de este parámetro sanitario.

El anuncio representa un cambio significativo en comparación con años anteriores. En 2024, el propio Gobierno había reportado inicialmente una tasa de 7,1, igual a la de 2023, aunque luego corrigió la cifra al alza hasta 7,4. En julio de 2025, el ministro de Salud Pública, José Ángel Portal Miranda, advirtió en el Parlamento que el indicador había aumentado a 8,2.

La cifra proyectada para el cierre del año confirma una tendencia ascendente que distancia al país de los mínimos históricos alcanzados antes de la pandemia, cuando Cuba llegó a registrar tasas cercanas a 4,0, consideradas en su momento entre las mejores de América.

Durante su discurso, Marrero no presentó datos actualizados sobre la mortalidad materna, aunque el Ministerio de Salud Pública (Minsap) había informado que en 2024 este indicador aumentó un 4,9 % en comparación con el año anterior. El silencio sobre este asunto no pasó desapercibido en un contexto en el que los problemas del sistema de salud se han vuelto cada vez más evidentes.

El funcionario también aprovechó su intervención para discutir otro dato crítico: la disminución continua de la población cubana. Explicó que el país ha pasado de 9,7 millones de habitantes al cierre de 2024 a alrededor de 9,6 millones en la actualidad, y las proyecciones oficiales sugieren una caída aún mayor, estimando 7,7 millones en los próximos 25 años.

Paralelamente, Marrero presentó a los diputados un informe sobre el programa gubernamental diseñado para abordar la crisis general que enfrenta el país. En el ámbito social, reconoció que el plan de construcción de viviendas “no se cumple”, debido a “la baja producción de materiales de construcción, así como a la escasez de cemento y acero”.

Como posible solución, propuso la reconversión de contenedores marítimos en viviendas, una alternativa que consideró “viable” ante la gravedad del problema habitacional.

Todo esto ocurre en un contexto que el propio Gobierno define como un “escenario complejo”, marcado por una economía debilitada, una crisis energética sin soluciones estructurales visibles y una situación sanitaria agravada por brotes de dengue y chikungunya. El aumento de la mortalidad infantil, lejos de ser un dato aislado, se inserta en un panorama más amplio de deterioro social y demográfico que presenta importantes desafíos para el futuro inmediato del país.

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