Foto: RRSS
Texto: Fede Gayardo
El ámbito cultural cubano sufrió un duro revés con el fallecimiento en Matanzas del maestro Andrés Gutiérrez, una figura emblemática en la danza, el espectáculo y la dirección artística en Cuba. La noticia fue confirmada por el artista Raúl de la Rosa, un amigo cercano, quien indicó que la causa del deceso fueron «complicaciones cardiovasculares».
La reacción fue inmediata. Colegas, alumnos y creadores de diversas generaciones se volcaron a las redes sociales para rendir homenaje a quien muchos catalogan como un formador único.
Rigoberto Saborit Lorente encapsuló el sentir general con sus palabras: «Se fue un Grande de los espectáculos musicales, una persona agradable, sabia e inteligente. Su ausencia es irreemplazable».
Más allá de los títulos de bailarín o coreógrafo, Andrés Gutiérrez se destacó como un verdadero arquitecto de escenas. Su meticulosidad, su obsesión por la técnica y su feroz compromiso con la calidad artística elevaron los estándares y dejaron un legado perdurable. Quienes tuvieron la oportunidad de trabajar con él concordaron en que su enfoque enseñaba a respetar el oficio como nunca antes.
La dimensión humana también queda reflejada en los recuerdos. Gloria Meléndez recordó el legado que dejó en sus alumnos: «Su herencia de esfuerzo, sacrificio, insaciable amor por el arte y disciplina profesional nos llena de orgullo a quienes tuvimos el honor de ser sus alumnos».
Desde otras disciplinas artísticas, como el circo, llegaron sendos mensajes de tributo. Malú Bacallao resaltó su influencia en ese ámbito: «El gremio circense siempre te estará agradecido por lo que enseñaste y por tu apoyo a los jóvenes talentos. Fue un privilegio conocerte y compartir tanto alegrías como tristezas en la escena».
El impacto de su obra también trascendió fronteras. Elizabeth Morales, una de sus alumnas, recordó giras y presentaciones en países como Colombia y Panamá, donde el profesionalismo y el carisma de Gutiérrez dejaron una profunda huella y elevó el estatus de la escena cubana.
En un mensaje lleno de emoción, Raúl de la Rosa extendió sus condolencias a la familia -su viuda Amores Córdoví, su hija Elizandra y su nieta Thalía- y resumió la magnitud de la pérdida: «La danza y la cultura cubana han perdido a una figura única».
Originario de Camagüey, Andrés Gutiérrez heredó su vocación artística de su familia: su abuelo fundó la Banda Municipal de la provincia y su madre fue destacada pianista concertista y profesora, creando un ambiente que cultivó su sensibilidad musical y escénica desde temprana edad.
Su conexión con la danza comenzó en 1961, al unirse al Conjunto Experimental dirigido por Alberto Alonso y Luis Trápaga, un espacio fundamental para la actualización del lenguaje coreográfico en Cuba. Poco más tarde, se unió al Teatro Musical de La Habana, donde formó parte de producciones significativas, como Mi solar, la célebre comedia musical de Alberto Alonso.
En los años finales de la década de 1960, integró el Ballet Nacional de Cuba, una fase crucial en su carrera. Allí fue parte de estrenos que hoy son hitos en la danza cubana, como El circo de Alicia Alonso, Introducción a una idea de Iván Tenorio, Ochosi y el venado blanco de Pedro Díaz Reyes, y Amatorias de Patricio Bunster, así como Bach x 11 = 4 x A de José Parés. Su colaboración con Alberto Alonso fue notable, tanto en Carmen como en Un retablo para Romeo y Julieta, obra que también interpretó en su versión cinematográfica producida por el ICAIC. Sin embargo, brilló con luz propia en El Güije, donde su papel protagónico se convirtió en un referente de su carrera.
Su versatilidad interpretativa también se evidenció en Juana en Rouen, de Ana Leontieva, donde interpretó a uno de los jueces, así como en su faceta como creador coreográfico. En 1970, debutó el ballet El baile, con interpretaciones de figuras como Laura Alonso, Sonia Calero y Roberto Rodríguez junto al Cuerpo de Baile del Ballet Nacional de Cuba, en una función al aire libre en la Plaza de la Catedral de La Habana, en el marco de las celebraciones del 26 de Julio. Esta obra, construida sobre una orquestación de Cubanas de Gisela Hernández, fue posteriormente incorporada al repertorio del Ballet de Camagüey.
En etapas posteriores, Andrés Gutiérrez dirigió su talento hacia el espectáculo y el cabaret, donde realizó contribuciones significativas y duraderas, consolidando su influencia más allá del ballet clásico y reafirmándose como una figura central en la cultura escénica cubana.


