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Después de evaluar la situación de la producción nacional en comparación con las importaciones de carne de cerdo, en otro apartado que bien podría llamarse Paradojas Alimentarias Cubanas, hoy nos proponemos analizar la industria azucarera de la isla.
Cuba, que durante muchas décadas fue un exportador destacado de azúcar a nivel mundial, recurre cada vez más a las importaciones para satisfacer su consumo interno. En los primeros nueve meses de 2025, Estados Unidos vendió a la Isla aproximadamente 15 millones de dólares en azúcar, lo que representa un aumento superior al 30% en comparación con el mismo período de 2024, según estadísticas del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).
Por otro lado, durante la campaña 2024-2025, Cuba proyectaba producir alrededor de 280,000 toneladas de azúcar; sin embargo, la cifra final estuvo muy por debajo de esa meta. Recopilaciones de informes oficiales publicadas por la agencia EFE y citadas por Diario de Cuba indican que la cosecha alcanzó apenas 150,000 toneladas, lo que confirma que fue una de las peores zafras registradas en más de un siglo.
El deterioro de los centrales azucareros, la falta de combustible, la escasez de mano de obra y la crónica descapitalización del sector explican, en gran medida, este colapso productivo.
El aumento de las importaciones no parece deberse a un crecimiento del consumo que justificaría, de alguna manera, la necesidad de “apoyo externo”, sino a la incapacidad estructural del sistema azucarero cubano, históricamente un pilar de la economía nacional, para garantizar suministros estables, tanto para la población como para usos industriales.
Este es otro sector donde los datos comerciales evidencian la dependencia externa de Cuba, en un ámbito en el que antes era una referencia internacional, pero que ahora se muestra incapaz de abastecer las necesidades mínimas de su consumo interno. Se trata de un colapso de un modelo productivo que, lejos de recuperarse, continúa perdiendo capacidades año tras año.



