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El menú fundamental y tradicional de las mesas cubanas desde los tiempos de Ñañá Seré ha sido el arroz y frijoles, complementado con lo que la familia pudiera aportar. Sin embargo, en años recientes, el incremento desmedido de los precios y la reducción en la producción de estos alimentos han convertido al arroz y los frijoles en un verdadero dolor de cabeza para las familias en la isla.
En un contexto caracterizado por la escasez de productos básicos y un mercado en constante desajuste, los precios de estos pilares de la dieta cubana se han elevado notablemente en el mercado informal, mientras que los precios regulados oficialmente no reflejan la realidad del costo de los productos.
A pesar de los intentos del gobierno por controlar los precios de los productos esenciales mediante regulaciones —que a menudo parecen existir solo en los acuerdos de las reuniones—, la verdad es que el mercado informal se ha consolidado como el principal proveedor de alimentos en la isla.
Basta con visitar los puntos de venta de productos agropecuarios o revisar las ofertas en redes sociales para corroborar que los precios del arroz y los frijoles han crecido exponencialmente en los últimos meses. Actualmente, el arroz, un alimento esencial para la dieta nacional, ha superado los 200 pesos cubanos por libra; los frijoles, igualmente cruciales para la alimentación de millones de cubanos, se comercializan a más de 400 pesos por libra, dependiendo de la variedad y el color.
Esta discrepancia con los precios oficiales evidencia una de las principales contradicciones de la economía cubana: los precios regulados no coinciden con la dinámica del mercado y se encuentran completamente desactualizados en relación con la realidad.
Una de las cuestiones más preocupantes en este contexto es la incapacidad de los salarios cubanos para cubrir el costo de productos básicos como el arroz y los frijoles. Según el reporte oficial más reciente, el salario promedio en Cuba es de aproximadamente 6 500 pesos al mes, un monto que, a pesar de haber aumentado en los últimos años, sigue siendo insuficiente para cubrir las necesidades básicas de una familia promedio.
Para ilustrar: si una familia de cuatro consume cerca de 1 libra de arroz al día, sin contar el consumo de frijoles, el gasto mensual en este cereal podría sobrepasar los 6 000 pesos, casi exactamente el salario mensual promedio.
En consecuencia, la gran mayoría de los cubanos se ve forzada a buscar alternativas para adquirir estos alimentos. Algunos optan por el trueque, intercambiando productos de su posesión por los que necesitan; otros dependen del envío de remesas desde el extranjero, que en muchos casos constituyen la única fuente de ingreso que permite equilibrar la diferencia entre los salarios y el costo de la vida.
El desequilibrio entre los precios regulados y los salarios pone de manifiesto que el modelo económico cubano enfrenta una grave crisis estructural que requiere atención urgente. La estrategia de controlar los precios sin un aumento adecuado de la oferta o una mejora significativa en los salarios ha demostrado ser ineficaz.
Mientras tanto, la brecha entre la economía informal y la capacidad de los trabajadores para satisfacer sus necesidades más básicas sigue ampliándose, hasta el punto de que llevar arroz y frijoles —solamente estos alimentos— a la mesa diaria de los cubanos se ha convertido en una fuente de estrés adicional.
