Foto: RRSS
Chile ha dado un giro político importante tras las elecciones presidenciales celebradas este fin de semana. En la segunda vuelta, el candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast, ganó con una clara ventaja y se convirtió en el próximo presidente del país, lo que marca un retorno de la derecha al poder tras el gobierno del izquierdista Gabriel Boric.
La victoria de Kast no solo reconfigura el escenario político chileno, sino que también fortalece una tendencia regional que se ha venido consolidando en los últimos años: el ascenso de fuerzas conservadoras y de derecha en varios países de América Latina. Este fenómeno ocurre en un contexto caracterizado por el descontento ciudadano, la inseguridad, la inflación y la fatiga con los proyectos progresistas que, a pesar de haber dominado la agenda en las dos primeras décadas del siglo, no lograron satisfacer las expectativas económicas y sociales.
Durante su campaña, Kast centró su mensaje en un enfoque firme contra el crimen, control de la migración irregular, orden fiscal y crecimiento económico, temas que resonaron con un electorado inquieto por el deterioro de la seguridad y la desaceleración económica.
Su triunfo representa uno de los cambios más drásticos hacia la derecha en Chile desde el retorno a la democracia, similar al de Javier Milei en Argentina. Sin embargo, a diferencia de Milei, Kast se presenta como un republicano clásico, menos disruptivo y no como un libertario.
Un giro regional que ya venía gestándose
El resultado en Chile no es un fenómeno aislado. En años recientes, varios países de la región han experimentado transformaciones políticas similares. Argentina eligió en 2023 a Javier Milei, un presidente liberal y confrontacional con la izquierda tradicional.
En Ecuador, Daniel Noboa asumió el poder con un discurso centrado en la seguridad y el pragmatismo económico; en Uruguay, el gobierno de centroderecha se mantiene desde 2020, y un partido conservador también está en el poder en Paraguay.
Este avance contrasta con el llamado “ciclo progresista” que dominó gran parte de América del Sur durante la última década, evidenciando una región políticamente fragmentada y sin una hegemonía ideológica clara.
Con la victoria de Kast en Chile, el mapa geopolítico de Sudamérica se presenta visiblemente dividido, donde coexisten proyectos políticos en tensión y los resultados electorales reflejan electorados cada vez más volátiles y menos fieles a una sola ideología.
La elección de Kast envía un mensaje contundente al resto de la región: el voto de castigo, el cansancio por la inseguridad y la economía estancada, así como la demanda de orden están redefiniendo las prioridades de millones de latinoamericanos. Más que una victoria de un candidato aislado, como podría decirse que ocurrió en Argentina, el resultado chileno se suma a un tablero regional donde la alternancia ideológica se ha convertido en la norma.
Y Chile, una vez más, vuelve a ser el termómetro político de América.



