Foto: RRSS
Texto: Fede Gayardo
La Universidad de Oriente, uno de los centros educativos más antiguos y reconocidos de Cuba, atraviesa semanas de luto y desconcierto. En poco más de un mes, ocho personas -incluyendo estudiantes, docentes y personal administrativo- han fallecido sin que las autoridades proporcionen explicaciones sobre las causas de estos decesos.
Desde el 1 de octubre, los mensajes de duelo se han multiplicado en las redes sociales institucionales de la universidad, mientras crecen las interrogantes sin respuestas. “Familias desgarradas, internautas indagando en redes: ¿de qué fallecieron? Ni la universidad ni el Ministerio de Educación Superior ofrecen respuestas. Simplemente dicen ‘descanse en paz’ y ya”, denunció la activista Yamilka Lafita Cancio (Lara Crofs), quien considera que la situación representa una “cadena de muertes inusual”.
Las esquelas emitidas por la propia institución han confirmado los fallecimientos de Raudel de Armas Louis, profesor del Departamento de Biología; Beatriz Carmenaty Corona, estudiante de Gestión Sociocultural; Luis Enrique Vicet Castellanos, estudiante de Ingeniería Mecánica; Pedro Antonio Rodríguez Fernández, profesor titular de Agronomía; Elio Hermis Castellanos Caballero y Santiago Parra Boffil, profesores jubilados; Ángel Mario Trenard Sayago, artista y profesor, y Nuris Ávila Saint Félix, docente de Ciencias de la Educación.
Varios de los fallecidos eran jóvenes, menores de 30 años. Las muertes, ocurridas en un lapso de apenas 40 días, han impactado a la comunidad universitaria santiaguera, que no ha recibido información oficial sobre las causas ni sobre posibles vínculos epidemiológicos.
En redes sociales, estudiantes y personal denuncian la eliminación de comentarios que piden transparencia por parte de la universidad. Los mensajes públicos se limitan a expresar condolencias, sin proporcionar detalles médicos ni diagnósticos.
“¿Casualidad o el secretismo habitual de las instituciones estatales?”, se cuestionó Lafita, recordando que el Gobierno cubano tiende a manejar con opacidad los temas de salud pública, especialmente los relacionados con brotes epidémicos.
El contexto agrava las sospechas. Santiago de Cuba enfrenta una grave crisis sanitaria debido al aumento de dengue, chikungunya y el virus de Oropouche. Solo en octubre, el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) reconoció más de 13.000 casos febriles en una semana, aunque no especificó cuántos resultaron mortales.
La Universidad de Oriente, con aproximadamente 11.000 estudiantes, no ha eludido esas circunstancias. En los últimos meses, varios informes han alertado sobre la acumulación de basura, los focos de mosquitos y el deterioro de las residencias estudiantiles, creando un entorno propicio para enfermedades transmisibles.
Para la activista Lara Crofs, la problemática va más allá del silencio institucional: “¿Qué protocolos de prevención existen en las instituciones educativas? Son sus hijos, sus familiares, sus amigos. ¿Quién los protege?”.
Hasta ahora, ni el Ministerio de Educación Superior ni la Dirección Provincial de Salud han emitido un comunicado oficial. Mientras tanto, los mensajes de duelo continúan apareciendo, y cada nuevo fallecimiento reaviva la indignación.
Entre la tristeza y la sospecha, la comunidad de la Universidad de Oriente se encuentra sumida en una mezcla de miedo y desconfianza. Ocho muertes en 40 días, ninguna explicación, y un silencio que, en Cuba, parece convertirse en un patrón cotidiano.



