Fotos: RRSS y RL Hevia
Recientemente se han llevado a cabo dos juicios con distintos tipos de interés y implicaciones en el contexto cubano. Los juzgados han sido personas tan diferentes entre sí—o no tanto—como el repartero Chocolate MC y el ex ministro de economía y finanzas, Alejandro Gil.
Colocarlos en una misma balanza podría parecer absurdo, pero no lo es tanto, ya que ambos tienen sus raíces en el suelo cubano y sus delitos—los de Gil aún pendientes de una sentencia efectiva o su divulgación—se sustentan en la sociedad de la isla y, especialmente, en el trasfondo de su sistema político.
Chocolate, en su carrera como artista, ha conocido la prisión con frecuencia debido a una conducta delictiva que inició en Cuba y se extendió hasta niveles insospechados en Estados Unidos, donde recientemente fue hallado culpable por instigación a asesinato en primer grado por amenazas contra Damián Valdez Galloso, acusado del asesinato del cantante ‘El Taiger’. El artista enfrenta una pena mínima de 25 años de prisión, aunque no se descarta una condena a cadena perpetua. Este mismo cargo podría ser el que reciba Gil por espionaje, el delito más grave por el que ha sido juzgado el ex funcionario en este primer proceso.
El investigador Julio Cesar González Páges destacó la coincidencia en el tiempo de estos dos juicios a dos cubanos en ambos lados del estrecho. “En circunstancias y lugares diferentes este lunes 10 de noviembre. El pueblo cubano de a pie tiene retos más difíciles que enfrentar, su realidad no está: «Como agua para chocolate». #AlejandroGilFernandez #ChocolateMC #juicioscubanos”; escribió Páges en su perfil de Facebook.
No le falta razón. No obstante, los juicios a ambos están en la conversación de muchos cubanos, sobre todo el de Gil, claro está, debido a la implicación que tiene para la estabilidad política de la isla.
Tanto es así que se ha llevado a cabo a puertas cerradas “por razones de seguridad nacional”, según afirmó un comunicado del Tribunal Supremo. La severa condena a Chocolate se veía venir. A pesar de haber alcanzado el éxito como artista y ser considerado uno de los precursores del reparto, un género sumamente lucrativo que el gobierno cubano ya aceptó tras años de críticas y censura, no pudo manejar la fama y sucumbió a una conducta social que podría llevarlo décadas a prisión.
El terreno que pisa Gil es más incierto. Desde cadena perpetua hasta 30 años o incluso la pena de muerte, si es considerado culpable de los cargos que se le imputan, según la ley vigente en Cuba. El espionaje está descrito en las leyes cubanas como un delito que puede llevar a la pena de muerte. Los analistas no creen que la condena sea tan extrema, pero que Gil pasará décadas en prisión es casi un hecho.
Las analogías entre ambas personalidades parecen ser muy pocas. Gil, evidentemente, fue un hombre muy meticuloso, a quien lo alcanzó una investigación que lo condujo directamente al banquillo de los acusados en un tribunal militar de La Habana.
Chocolate, en cambio, mantenía una conducta que no es en absoluto tolerada en Estados Unidos. Lo cierto es que ambos son cubanos y son también el resultado de las complejidades sociales, económicas y políticas de esta isla, que cada vez tiene más dificultades para mantenerse a flote.


