Foto: Archivo CN360
El presidente Miguel Díaz-Canel anunció este martes que Cuba enfrentará la actual epidemia, predominantemente causada por arbovirosis como el dengue y el chikungunya, con una estrategia similar a la utilizada durante la COVID-19. Esta declaración se realizó en una Reunión de Expertos y Científicos sobre Salud en el Palacio de la Revolución, donde se definió un plan de acción enfocado en el ingreso, aislamiento y seguimiento de los pacientes, así como en el control intensivo del vector.
La iniciativa incluye encuentros semanales con especialistas y científicos, retomando un enfoque ya utilizado durante la emergencia sanitaria de 2020-2021. “Vamos a abordar esta epidemia de la misma manera en que se manejó la COVID-19”, afirmó Díaz-Canel, una declaración que, para muchos ciudadanos, sugiere la posibilidad de restricciones similares a las del pasado: confinamientos parciales, aislamientos domiciliarios y vigilancia comunitaria.
Durante la reunión, el doctor José Raúl de Armas Fernández comunicó que en ocho provincias, incluidas La Habana, Matanzas y Santiago de Cuba, se ha observado una leve reducción en los casos de síndromes febriles. Sin embargo, la situación sigue siendo grave: 68 municipios han reportado un aumento en los casos y en 38 de ellos hay transmisión activa de dengue. En lo que respecta al chikungunya, se han notificado más de 21,000 casos sospechosos en 14 provincias.
El Ministerio de Salud Pública ha priorizado el ingreso de todos los pacientes febriles, ya sea en hospitales o mediante aislamiento en sus hogares, aunque la realidad presenta un panorama diferente. La doctora Yagen Pomares Pérez destacó que “lograr la disciplina” de los pacientes en aislamiento domiciliario es “complicado”, lo que señala la dificultad de implementar estas medidas sin coerción. Además, se informó que estudiantes de Medicina de quinto año están participando en el seguimiento comunitario.
Por otro lado, la doctora Madelaine Rivera Sánchez, directora nacional de Vigilancia Antivectorial, reconoció las deficiencias en la cobertura de fumigación en las áreas afectadas. La escasez de equipos ha limitado el alcance de las campañas de control de vectores, aunque se anunció una reorganización para reforzar la presencia en los municipios más afectados. Aun así, el gobierno admite que no ha logrado actuar con la eficacia de años anteriores.
Aunque no se ha declarado oficialmente ningún tipo de confinamiento, el lenguaje técnico empleado en los discursos oficiales, como “aislamiento domiciliario”, “seguimiento de equipos básicos de salud” e “ingreso de todos los pacientes”, recuerda los mecanismos de control social que se implementaron durante la pandemia. La falta de transparencia respecto a las cifras de mortalidad, hospitalización o evolución de los brotes refuerza la percepción de una gestión basada en el secretismo.
El uso de términos como “disciplina” o “percepción de riesgo” ha sido, históricamente, una forma en que el gobierno cubano ha justificado restricciones de movimiento y vigilancia vecinal. En este contexto, la estrategia de salud podría derivar, de facto, en confinamientos silenciosos, sin decretos oficiales, pero con el mismo aparato de control poblacional que operó durante la COVID-19.
En un contexto epidemiológico complejo, caracterizado por la rápida propagación del mosquito Aedes aegypti, el gobierno insiste en utilizar la experiencia pandémica como un modelo de gestión. No obstante, la falta de recursos, la sobrecarga del sistema de salud y la desconfianza social hacia las medidas podrían transformar esta nueva fase sanitaria en una repetición del mismo guion: mucho control sin resultados eficaces.


