La literatura cubana rinde homenaje al fallecimiento del poeta Domingo Alfonso, ícono de la Generación del 50.

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Foto: Periódico Girón / Facebook

El reconocido poeta cubano Domingo Alfonso, uno de los nombres más destacados de la poesía matancera y miembro de la Generación del 50, falleció este domingo en La Habana a la edad de 90 años. La noticia fue confirmada por el Instituto Cubano del Libro, que subrayó su legado como una de las voces más sensibles y humanas de la literatura nacional.

Nacido el 10 de septiembre de 1935 en Jovellanos, provincia de Matanzas, Alfonso desarrolló una obra caracterizada por la ternura, el humor y una profunda reflexión sobre la vida cotidiana. También fue autor de más de un centenar de boleros y canciones, los cuales reflejaron la misma delicadeza que caracterizó su poesía.

Su escritura se distinguió por un tono íntimo y reflexivo, donde el amor y la existencia se entrelazaron con una mirada dirigida al ser humano. Esta visión, alejada de los artificios, le otorgó un lugar singular en el panorama poético de su generación.

En sus versos coexistieron el erotismo y la nostalgia, junto a una sonrisa que nunca ocultó la ironía ni la ternura. Esta combinación lo convirtió en un poeta accesible, poseedor de una voz que supo expresar lo sencillo sin perder profundidad ni belleza.

Críticos y estudiosos lo consideraron un autor que entendió la poesía como una forma de habitar el mundo. Su obra, traducida a diversos idiomas, fue incluida en antologías tanto dentro como fuera del país, consolidando su presencia más allá de las fronteras nacionales.

Entre sus títulos más memorables se encuentran Sueño en el papel, Poemas del hombre común, Historia de una persona, Libro de buen humor y Esta aventura de vivir. En ellos se puede apreciar su lealtad a la palabra clara y a una sensibilidad profundamente humana.

La Unión de Escritores y Artistas de Cuba recordó que su obra mantuvo un diálogo constante con la realidad y con las emociones cotidianas. Lo definieron como un creador que supo encontrar lo extraordinario en lo simple y devolverlo al lector con gratitud y belleza.

Domingo Alfonso también dejó una profunda huella en la música, un ámbito donde trasladó su sentido lírico con la misma maestría. Cada bolero, al igual que cada poema, fue una pequeña confesión de ternura y sabiduría.

En Matanzas, su tierra natal, su nombre quedará vinculado a la poesía que habla del día a día, a la música que celebra la vida y a la memoria de una generación que aún vive en sus palabras.

El escritor Karel Leyva Ferrer, presidente de la sección de Poesía de la Uneac en la provincia yumurina, al informar sobre la noticia a través de sus redes sociales, expresó: «Poeta y arquitecto, una combinación esencial para definir su verso, donde cualquier momento cotidiano podía brillar desde una sincerísima palabra a la que nada humano se le hizo ajeno».

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