¿Cuál es la infancia de los niños en Cuba?

Lo más Visto

Foto: Cuba Noticias 360

Con temperaturas que alcanzan casi los 35 grados y cortes eléctricos que van de 4 a 12 horas diarias en La Habana, llegando a más de 20 en el interior del país, la infancia cubana enfrenta una de las etapas más desafiantes de los últimos tiempos. En medio de una profunda crisis energética sin tregua, familias enteras deben reinventarse para educar y entretener a sus hijos en condiciones adversas, caracterizadas por la oscuridad, el calor y un estrés constante.

Uno de los principales desafíos es la continuidad del proceso educativo. Aunque el curso escolar avanza, muchos estudiantes se ven perjudicados por la inestabilidad del suministro eléctrico, especialmente en las horas de la tarde y noche, momentos en los que deberían repasar tareas o prepararse para el día siguiente.

“Mi hijo está en quinto grado y la mayor parte del tiempo no puede hacer las tareas. Cuando se va la corriente, no hay luz, no hay ventilador, no hay Internet, no hay manera de cumplir con los deberes escolares”, señala Yudith, madre de dos niños en el municipio de Marianao.

En las áreas rurales, donde la conectividad ya era precaria, la situación es aún más alarmante. Las escuelas intentan adaptarse, reduciendo horarios o limitando el uso de tecnología en las clases, lo que representa un retroceso en los esfuerzos por modernizar la educación en la isla.

Los apagones también afectan el desempeño de los docentes, quienes deben reorganizar constantemente sus planes y hacer malabares para que el alumnado mantenga el ritmo. “Hay días en que solo tenemos electricidad por las mañanas. Los niños están cansados, con calor, y no pueden concentrarse. No es justo para ellos”, declara una maestra de primaria de la provincia de Sancti Spíritus.

Pero no todo se centra en el estudio. Los pequeños requieren espacios de recreación, y ahí también los apagones se sienten con fuerza: canales de televisión apagados o sin señal, videojuegos sin energía e Internet lento convierten el tedio en un compañero habitual de muchas tardes.

Los parques, antaño refugios para el esparcimiento, se encuentran cada vez más vacíos, ya sea por el calor sofocante o por la sensación de inseguridad en medio de la oscuridad.

La escasez de recursos lúdicos y materiales didácticos agrava la situación. La mayoría de las familias no puede permitirse comprar libros de cuentos, juegos de mesa o materiales artísticos. En cambio, los padres recurren a la creatividad para mantener a sus hijos entretenidos: juegos tradicionales como el “veo, veo”, el escondite, el parchís o las adivinanzas resurgen como salvavidas en medio de la crisis.

En este contexto, muchas familias han desarrollado estrategias para sortear las dificultades. Algunas adelantan las tareas escolares por la mañana, mientras haya electricidad; otras utilizan lámparas recargables o velas para iluminar las noches. Las radios a batería recuperan protagonismo, ofreciendo un mínimo de conexión con el mundo exterior.

“En mi casa ya sabemos que la corriente se va a las 2 de la tarde. Así que tratamos de hacer todo antes. Después, jugamos dominó con los niños o les contamos historias”, cuenta Pedro Vázquez, padre de Camagüey.

Los círculos comunitarios y algunos centros culturales, aunque con limitaciones, también se han sumado al esfuerzo. Talleres de manualidades, cuentacuentos al aire libre y cine móvil con paneles solares son algunas de las iniciativas emergentes que buscan aliviar la carga emocional de los pequeños.

La situación ha generado preocupación entre psicólogos y pedagogos, quienes advierten sobre las consecuencias a largo plazo que podrán experimentar los niños cubanos. La pérdida de rutinas, la falta de estímulos y el estrés constante inciden en su desarrollo emocional y cognitivo.

“Un niño necesita estabilidad, necesita jugar, necesita aprender en un ambiente saludable. Actualmente, muchos están creciendo entre el desánimo y la frustración”, explica una psicóloga que trabaja en un policlínico habanero.

Aunque la resiliencia de las familias cubanas es admirable, los esfuerzos individuales no pueden reemplazar políticas públicas efectivas que garanticen condiciones mínimas para el desarrollo infantil. La crisis energética, aunque estructural, impacta directamente en el presente y futuro de una generación que ya ha visto demasiado.

Mientras los padres luchan por mantener viva la chispa de la infancia en medio de la oscuridad, la pregunta persiste: ¿cuánto tiempo más podrá resistir la niñez cubana bajo estas condiciones?

Más Noticias

Últimas Noticias