Sistemas de apoyo familiar: una solución parcial a la pobreza en Cuba.

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Fotos: RL Hevia

Por más que el gobierno cubano intente revitalizar los Sistemas de Atención a la Familia (SAF), cada vez son menos los asistentes beneficiados que acuden a estos centros en los momentos en que más lo necesitan.

En 2021, se reportaba que aproximadamente 76,176 personas asistían regularmente a los comedores del SAF en busca de almuerzos y comidas a precios subsidiados, mientras que al cierre de julio de 2025, esa cifra había disminuido a alrededor de 67 mil.

Aunque en comparación con 2023 los datos actuales podrían considerarse un «aumento significativo», la realidad es que este programa enfrenta severas críticas debido a la ineficiencia con la que se ejecuta, la baja calidad de los alimentos, el incremento de precios, la escasa variedad y la corrupción que afecta a algunos de los 1,453 establecimientos repartidos por todo el país.

Este crecimiento también está relacionado con el notable envejecimiento de la población en la isla, la crisis económica, los abandonos y la baja remuneración que reciben los adultos mayores y otras personas vulnerables.

Los SAF se establecieron en Cuba en 1998 con el propósito de ofrecer, a través de unidades gastronómicas bajo el «patrocinio» del Ministerio de Comercio Interior, servicios de alimentación a personas mayores y con discapacidad.

Según informes de medios estatales, se consideran también en este programa a las personas con vulnerabilidad económica, problemas de salud, limitaciones físicas por discapacidad y adultos mayores sin apoyo familiar que requieren cuidados permanentes, entre otros.

No obstante, lo que inicialmente beneficiaba a ciertas personas ha quedado en un limbo, ya que, tras la tarea de ordenamiento, los precios en el SAF aumentaron diez veces su valor, provocando un profundo descontento que llevó al Mincin a considerar la «autogestión» de las unidades comerciales.

El propio organismo reconoció que «las mayores dificultades se concentran en la estabilidad de proteínas, viandas, vegetales y frutas; con soluciones en algunos territorios mediante la vinculación con las formas productivas y la autogestión efectiva».

Aunque existen algunos ejemplos positivos de SAF en el país, son más las excepciones que las reglas, y esas personas necesitan condiciones mínimas para garantizar su seguridad alimentaria y nutricional.

A los SAF acuden quienes dependen de ese plato de comida para sobrevivir, los menos favorecidos, aquellos que no pueden seguir el ritmo de la inflación, y a ellos se les debe, al menos, una atención adecuada.

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