La realidad no pide autorización: el peligro de ejercer el periodismo en la Cuba actual.

Lo más Visto

Ilustración: Rafael Alejandro García / Yucabyte

Este 8 de septiembre, mientras en otras partes del mundo se celebra el Día Internacional del Periodista, una fecha dedicada a resaltar la verdad, la libertad y la expresión libre, en Cuba muchos reporteros lo experimentan, una vez más, en un silencio forzado, bajo vigilancia, sin acceso a internet o con la puerta golpeada por agentes estatales. En esta isla, donde la verdad es resguardada como un secreto de Estado, ejercer el periodismo independiente se ha convertido en una forma de resistencia.

La conmemoración honra a Julius Fucik, el periodista checoslovaco ejecutado por los nazis en 1943, famoso por su obra «Reportaje al pie de la horca». Sua condena: el acto de escribir, denunciar y la convicción de que contar lo que sucede es un deber moral. En 1958, durante el IV Congreso de la Organización Internacional de Periodistas en Bucarest, se eligió el día de su muerte como símbolo universal de la lucha por la libertad de prensa.

En la isla, no son pocos los periodistas que han experimentado la dureza del encarcelamiento, el amargo silencio impuesto y la presión constante de un aparato estatal que no tolera fisuras en la narrativa oficial. En diciembre de 2023, por ejemplo, ARTICLE 19 documentó más de 70 actos de hostigamiento contra comunicadores y activistas durante las jornadas del Día Internacional de los Derechos Humanos. Se registraron cortes de internet, arrestos domiciliarios, amenazas, vigilancia y hasta una desaparición forzada.

Y en medio de esto, el gobierno recurre a una Ley de Comunicación Social como justificación para lo que no es más que una censura sistemática.

Los interrogatorios, documentados por Reporteros Sin Fronteras desde el año pasado, no buscan justicia sino sumisión. El patrón es siempre el mismo: citaciones forzadas, grabaciones, amenazas veladas o explícitas, y un ultimátum disfrazado como pedido final: renunciar públicamente.

A veces, ni siquiera es suficiente con silenciar a los periodistas. Es necesario exhibirlos. Las confesiones públicas obligadas, las “renuncias” escritas bajo presión y los videos editados con frialdad quirúrgica son parte de una coreografía del miedo que busca no solo silenciar, sino también humillar.

Sin embargo, no todos se rinden. El periodismo independiente cubano continúa reportando lo que otros esconden. Lo hace con riesgo, con temor también, pero con la certeza de que contar lo que sucede en las calles cubanas es una forma de amar al país, incluso desde el exilio.

La verdad no necesita permiso. Esa es la herencia que se reivindica cada 8 de septiembre.

En esta isla donde todo parece estar controlado, donde la narrativa oficial cubre todo como un velo denso, muchos insisten en que el periodismo independiente no es un crimen, que contar es una necesidad y que nadie, a pesar de los obstáculos impuestos por el sistema estatal, podrá acallar sus voces.

Más Noticias

Últimas Noticias