Foto: Cuba Noticias 360
Texto: Fede Gayardo
Un reciente sondeo nacional del Food Monitor Program (FMP) ha revelado que únicamente el 6% de los hogares cubanos consideran que las acciones del gobierno están orientadas a mejorar la crisis alimentaria. En contraste, el 94% percibe que el Estado “no tiene interés en revertir la crisis alimentaria que afecta al país o, si lo ha intentado, no ha logrado resultados”.
El estudio, presentado en el informe “(Re)vivir la crisis en Cuba: anatomía de una sociedad fracturada”, describe un panorama de desconfianza hacia las instituciones estatales y un deterioro estructural sin precedentes.
Según el FMP, “el hambre, la pobreza y la inseguridad se han extendido a la mayoría de la población”, estimando que más del 80% de los cubanos se encuentra en situación de pobreza.
Entre 2022 y 2023, las muertes por desnutrición aumentaron un 74%, convirtiéndose en una de las principales causas de fallecimiento. Al mismo tiempo, han crecido las enfermedades relacionadas con dietas insuficientes o malnutrición, como diabetes, hipertensión, afecciones cardiovasculares, anemia y gastritis crónica.
El FMP advierte que la dieta diaria ha cambiado hacia calorías vacías y ultraprocesados, configurando lo que denominan un cuadro de hambre oculta que pone en riesgo la salud de millones a largo plazo.
El informe también relaciona la inseguridad alimentaria con fenómenos sociales de gran impacto. La emigración masiva, que comenzó en los años 90, se ha acelerado en tiempos recientes, resultando en la pérdida de al menos un 18% de la población.
Simultáneamente, la tasa de natalidad ha caído a 7,2 nacimientos por cada mil habitantes, y un cuarto de la población cubana tiene más de 60 años. Para 2030, se espera que los adultos mayores representen el 30% de la población, posicionando a Cuba entre los países más envejecidos de América Latina.
Los efectos psicosociales también son evidentes. El informe señala un incremento de ansiedad, depresión y suicidio. En 2020, se registraron 1,548 muertes por autolisis, casi un centenar más que en 2019, y municipios como Diez de Octubre vieron un aumento del 23% en los casos en los últimos años. Para muchos cubanos, vivir bajo inseguridad alimentaria y precariedad prolongada erosiona tanto la salud física como la capacidad emocional y mental para enfrentar la vida cotidiana.
El deterioro también se manifiesta en el consumo de drogas, tanto caseras como sintéticas, especialmente entre adolescentes. Estudios médicos de 2023 muestran que el 80% de los consumidores de drogas sintéticas tenían entre 15 y 18 años, y un 20% entre 12 y 14 años. En 2024, el Ministerio del Interior de Cuba reportó 83 casos relacionados con tráfico y consumo, afectando a 51 jóvenes y 72 menores de edad.
La indigencia sigue en aumento. Mientras el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social indicaba 3,690 personas en situación de calle hasta 2024, fuentes no estatales estiman que en 2025 más de 1,2 millones de cubanos podrían estar sin hogar.
La inseguridad también se intensifica. El Observatorio Cubano de Auditoría Ciudadana (OCAC) registró 1,317 delitos en 2024, un incremento del 50% respecto al año anterior, con hasta tres crímenes diarios relacionados con robos y asaltos. En este sentido, el FMP destaca que el deterioro socioeconómico y el fracaso institucional crean un entorno propicio para la criminalidad.
La organización ha advertido de manera continua sobre el agravamiento de la inseguridad alimentaria. Una de sus investigaciones recientes mostró que cada vez más cubanos tienen que alimentarse solo una vez al día.
Además, el estudio reveló que alrededor de 9 millones de cubanos cocinan en condiciones precarias, sin acceso estable a gas, electricidad o agua potable, lo que incrementa el riesgo sanitario y evidencia el deterioro de la infraestructura doméstica.
El FMP también documenta el elevado costo de la alimentación básica. Según sus estimaciones, una pareja cubana necesita al menos 40,000 pesos solo para alimentarse, sin incluir otros gastos esenciales, convirtiendo la nutrición en un privilegio inaccesible para la mayoría.
El informe concluye que la sociedad cubana ha normalizado la crisis como un estilo de vida, fomentando la supervivencia individual, el oportunismo y la pérdida de proyectos colectivos. Según el FMP, “cuanto más se acostumbra la ciudadanía a cada crisis, más perdurable se vuelve el modelo que los margina”.