Foto: Archivo CN360
En un discurso que combina alarmismo y datos profundamente erróneos, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó que el paracetamol, conocido como Tylenol en ese país, podría estar relacionado con el incremento de casos de autismo, citando a Cuba como supuesto ejemplo de esta vinculación.
“En lugares como Cuba, donde no pueden comprar Tylenol, casi no tienen autismo. Eso ya dice mucho”, sostuvo el mandatario, repitiendo hasta en diez ocasiones su advertencia: “No lo tomen”.
La declaración, realizada desde la Casa Blanca y acompañado por su secretario de Salud, el conocido activista antivacunas Robert F. Kennedy Jr., provocó una rápida desaprobación en la comunidad científica y generó inquietud entre médicos y autoridades sanitarias. Organizaciones como el Colegio Americano de Obstetricia y Ginecología calificaron las palabras de Trump como “irresponsables” y “confusas”, especialmente para las mujeres embarazadas.
Cuba también presenta casos de autismo
En contra de lo afirmado por Trump, en Cuba sí existen diagnósticos de autismo. Datos del Ministerio de Salud Pública, citados por la revista MEDICC Review en 2017, indican que uno de cada 2,500 niños en la isla había sido diagnosticado con trastornos del espectro autista (TEA). Más recientemente, la ACN informó que más de 3,500 personas están registradas con esta condición, aunque especialistas advierten sobre un posible subregistro debido a las limitaciones diagnósticas del sistema de salud cubano.
“La baja incidencia reportada probablemente no refleja la realidad”, indicó el científico cubano Eduardo López-Collazo, director del Instituto de Investigación Sanitaria IdiPAZ de Madrid. Según el experto, el contexto de crisis generalizada en la isla dificulta tanto el diagnóstico como el seguimiento clínico de los pacientes. “Cuba no es un modelo válido para analizar la supuesta relación entre paracetamol y autismo”, afirmó a El País.
Respecto al acceso al medicamento, aunque hay escasez, el paracetamol, que forma parte del Formulario Nacional de Medicamentos de Cuba, a veces se encuentra disponible en las farmacias, aunque en mayor medida circula por canales informales o mediante envíos desde el exterior. Desde 2021, incluso, se permite la importación de fármacos sin límites ni aranceles, lo cual ha incrementado la llegada de Tylenol y otros medicamentos al país.
Crisis sanitaria real, pero sin bases científicas
Las afirmaciones de Trump solo coinciden en un aspecto: la crítica situación del sistema de salud cubano, donde el 70% de los medicamentos esenciales está en falta, según datos oficiales. Campañas ciudadanas para recolectar fármacos, como analgésicos o anticonvulsivos, son cada vez más comunes. Sin embargo, ni la escasez ni el bajo consumo en ciertos sectores de la población permiten establecer vínculos causales con la prevalencia del autismo.
“Cuba también tiene autismo. Mucho. Pero aún no sabemos cuánto”, expresó la doctora Yoysy Rondón, coordinadora nacional de Autismo en el Hospital Borrás-Marfán de La Habana, quien advirtió que los datos disponibles no permiten comparaciones válidas con países como Estados Unidos.
A pesar de ello, Trump y Kennedy Jr. continúan defendiendo una teoría ampliamente desacreditada por la comunidad médica. Ambos están fomentando desde el Departamento de Salud una nueva línea de investigación que se centra en factores ambientales, tales como el uso del paracetamol y las vacunas, para explicar lo que llaman “la epidemia de autismo”.
¿Cómo responde la ciencia?
El consenso científico internacional es claro: no hay evidencia concluyente que vincule el uso de paracetamol durante el embarazo con el desarrollo del autismo. Estudios revisados por expertos de Harvard y el Monte Sinaí han mostrado asociaciones débiles, sin pruebas de causalidad. “Los resultados son observacionales y no pueden aislar factores genéticos o sociales que también podrían influir”, explicó el epidemiólogo Didier Prada, autor principal de una de esas revisiones.
Incluso estudios amplios, como el llevado a cabo en Suecia con más de 2.5 millones de nacimientos, encontraron que la aparente relación desaparecía al comparar a hermanos nacidos de la misma madre, lo que sugiere que la causa podría estar en factores hereditarios y no en el consumo del medicamento.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA) y su homóloga europea coinciden en que el paracetamol es seguro cuando se utiliza moderadamente durante el embarazo, y solo bajo indicación médica. “Ese es el estándar desde siempre”, afirmó el doctor Nathaniel DeNicola, del Colegio de Obstetras de EE.UU.
Atribuir una condición compleja como el autismo a un solo medicamento contradice décadas de investigación. “El autismo es multifactorial. Involucra genética, desarrollo cerebral, ambiente y muchos otros elementos”, declaró el neurocientífico Geoff Bird, de la Universidad de Oxford.
Expertos y asociaciones de personas autistas han criticado la forma en que Trump y Kennedy abordan el tema. “Estamos consternados por la manera anticientífica en que se habla de personas autistas. Deberían enfocarse en mejorar sus vidas y no en buscar culpables sin pruebas,” expresó Tim Nicholls, portavoz de la Sociedad Nacional de Autismo del Reino Unido.
Muy lejos de ser un modelo
Presentar a Cuba como ejemplo de una población libre de autismo por no consumir Tylenol no solo es falso; también invisibiliza a miles de familias que enfrentan dificultades extremas para acceder a tratamientos. Madres cubanas que deben recurrir al mercado informal para conseguir medicinas para sus hijos con necesidades especiales, lo viven a diario.
La isla cuenta con centros especializados y terapias para tratar el autismo, aunque con severas limitaciones. “No buscamos curar, sino desarrollar habilidades”, explicó la doctora Osmara Delgado desde uno de los centros nacionales. Aun así, la falta de recursos impacta profundamente la calidad y el alcance de la atención.
Trump ha echado mano de un país en crisis, con un sistema de salud colapsado y estadísticas incompletas, para validar una teoría desacreditada sobre el autismo. Su argumento no solo carece de rigor científico, sino que trivializa la complejidad de un trastorno que afecta a millones de personas en todo el mundo.