Comercio de cartones de huevos reciclados: una nueva estrategia de subsistencia en Cuba.

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Fotos: Cuba Noticias 360

La gestión de residuos se ha vuelto un medio de subsistencia para muchos cubanos. No son únicamente ancianos sin hogar o sin familia quienes hurgan en la basura en condiciones insalubres en busca de alimentos u otros objetos necesarios para su vida diaria. En el montón de desechos que se encuentran a la vista de los vecinos, también hay adolescentes que han hallado una forma de subsistencia que, aunque apenas les proporciona ganancias, les permite llevar algo de dinero a casa.

Este es el caso de cuatro jóvenes que, al salir de la enseñanza media, cambian su uniforme escolar por ropa de trabajo sucia para adentrarse en la basura en busca de productos que luego venden a negocios privados o MiPymes. Se trata de los cartones de huevo que la gente desecha y que ellos recolectan para venderlos a 20 pesos en estos establecimientos.

“No tenemos la posibilidad de acceder a otro trabajo y tenemos que llevar comida a casa. Por ejemplo, mi madre depende completamente de lo que yo pueda ofrecerle. Por eso, he encontrado en la venta de cartones de huevo una manera de ganar algo de dinero”, comenta a Cuba Noticias 360 uno de estos jóvenes que prefirió permanecer en el anonimato.

Su rutina es la misma todos los días. Tras finalizar las clases en la tarde, recorren los cubos de basura del Cerro, Centro Habana y Plaza de la Revolución en busca de cartones. Generalmente, pueden encontrar entre 20 y 40, dependiendo del día. Luego, los llevan a las MiPymes y los «venden», añade otro de los adolescentes, que se presenta como Alberto y tiene 15 años.

“Empezamos en esto porque escuchamos a un anciano del barrio que se dedicaba a esta actividad desde hace casi un año. Él no tiene familia y encontró en la venta de cartones de huevo su forma de ganarse un poco de dinero para comer. Nos dijo que recibía 1500 pesos de pensión y que, de no haber descubierto esta oportunidad, habría muerto de hambre, ya que a su edad no lo querían en ningún empleo”.

Estos adolescentes, que apenas alcanzan los 18 años, afirman no haber compartido con sus familias el origen del dinero que generan cada día. Aunque no es mucho, les permite cubrir algunos gastos relacionados con la alimentación. Uno de ellos, llamado Maykel, asegura que le ha dicho a su madre que trabaja como asistente de un vendedor de churros.

“No quisieramos estar en esta situación, pero debemos ayudar a la familia. Mi madre, por ejemplo, trabaja como secretaria en una empresa en Playa, ganando poco más de 3000 pesos, y tiene que hacerse cargo de mi hermano de 5 años y de mí. Las cuentas no permiten margen a errores”, sostiene Alberto.

La ex ministra cubana de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, se vio envuelta en controversia el pasado julio tras afirmar en el Parlamento que en Cuba “no había mendigos” y que aquellos que limpian parabrisas han optado por un “modo de vida fácil”. Afirmó que en Cuba no hay “buzos” y que las personas no buscan comida en los contenedores de basura, sino latas para vender. Sus declaraciones fueron cuestionadas incluso por el presidente cubano, Miguel Díaz Canel, lo que le costó el puesto tras la presión popular.

Alberto y Maykel se ríen cuando se les recuerda esas declaraciones. Hacen bromas y rápidamente cambian a un tono serio. “Es cierto que no buscamos comida en los cubos, pero hemos visto a personas comer directamente de bolsas con un olor desagradable. Miramos hacia otro lado para continuar recogiendo cartones, pero la escena es dura. Buscamos también nuestra subsistencia en la basura, aunque de una manera diferente”, afirman.

Durante décadas, era raro ver a personas buscando en los contenedores, pero esa situación ha cambiado considerablemente debido al agravamiento de la crisis en el país. Esto ha llevado incluso a niños y adolescentes a mendigar en las calles o encontrar formas de sobrevivir a través de las sobras, como este grupo de jóvenes, quienes aseguran, no obstante, que “este trabajo es temporal”.

“Cuando terminemos la escuela, pensamos iniciar algún negocio entre los cinco o emigrar”, comenta uno de ellos que prefiere no revelar su nombre. “Quiero estudiar medicina, pero he oído que podrían regular a los médicos y no me parece atractiva esa idea”, dice con una sonrisa irónica asomando en su rostro juvenil.

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