Fotos: Tomadas de Facebook
A primera vista, el río Sagua la Grande podría parecer uno más entre los muchos que serpentean por el paisaje cubano: un cauce sinuoso, rica vegetación en sus márgenes y poblaciones que se adaptan al flujo de sus aguas.
No obstante, una reciente iniciativa, liderada por la Unidad de Desarrollo e Innovación del Centro de Capacitación del Turismo en Villa Clara y respaldada por el Gobierno municipal de Sagua la Grande, ha comenzado a destacar esta valiosa vía fluvial como una verdadera joya oculta, con el potencial de convertirse en un eje estratégico para el desarrollo del turismo recreativo, cultural y de naturaleza en el centro del país.
A lo largo de sus 32 kilómetros navegables, desde la ciudad de Sagua la Grande hasta su desembocadura en Isabela de Sagua, el río alberga historias, ruinas, ecosistemas y secretos que están comenzando a captar la atención de instituciones, especialistas y, potencialmente, de visitantes.
La reciente prueba piloto de un producto turístico por este “camino de aguas” es el primer paso concreto hacia una ruta que, si se consolida, podría transformar la fisonomía económica y cultural de la región.
La propuesta consiste en un recorrido en bote por el curso medio y bajo del río Sagua la Grande, donde los viajeros pueden disfrutar de un paisaje fluvial exuberante, con meandros naturales y cortes artificiales realizados en el pasado siglo para mitigar las crecidas que históricamente han afectado a la ciudad.
El valor de esta experiencia, sin embargo, no se limita al entorno natural. A ambos lados del río, el tiempo ha dejado diversas huellas: ruinas de antiguos ingenios azucareros, tejares, salinas, cementerios y obras de ingeniería que datan del siglo XIX, formando un corredor patrimonial de enorme riqueza y potencial.
Se trata de una experiencia que mezcla ecoturismo, historia industrial y arqueología del paisaje. Muchas de estas estructuras, construidas a partir de 1840, fueron testigos del auge azucarero cubano, del dinamismo de la economía colonial y del estrecho vínculo que existía entre el río y las formas de producción y transporte de la época.
El recorrido tiene como destino el pintoresco poblado de Isabela de Sagua, fundado en el siglo XIX como puerto comercial y pesquero, que aún conserva el sabor del salitre de la construcción naval artesanal, la pesca tradicional y las leyendas que rodean sus calles y su gente.
Allí, la marina Marlin ofrece servicios de hospedaje en tres habitaciones, así como actividades náuticas y gastronómicas que se amplían durante el verano. Este lugar no solo funcionará como cierre del itinerario fluvial, sino como un centro logístico y cultural, donde los visitantes podrán explorar el pueblo, conocer sus tradiciones y regresar por carretera a su ciudad de origen.
“Esta ruta no solo busca ofrecer un producto turístico; pretende reconectar a la población con su historia, su entorno y sus posibilidades de desarrollo”, comenta a la prensa local uno de los técnicos vinculados al proyecto, quien resalta que todas las acciones están siendo concebidas con estricto apego a la legislación ambiental y de seguridad vigentes.
El equipo de desarrollo trabaja actualmente en validar cada elemento del producto: desde la infraestructura fluvial y terrestre, hasta los protocolos de seguridad, señalización interpretativa y la capacitación del personal. Todo se planifica con un enfoque multidisciplinario, que combina conocimientos del turismo, la historia, la biología, la ingeniería y la cultura local.
Aunque la infraestructura aún necesita mejoras y el financiamiento debe asegurarse a largo plazo, será fundamental establecer alianzas sostenibles entre el sector estatal, las comunidades locales y posibles inversionistas nacionales o extranjeros. Sin embargo, como indica uno de los organizadores, “a pesar de los pesares, existen potencialidades en todos los órdenes para disfrutar de las bondades de la flora, la fauna y el patrimonio”.
Más allá de su impacto económico potencial, la ruta por el río Sagua la Grande brinda una oportunidad única para sensibilizar tanto a visitantes como a lugareños sobre la importancia de preservar tanto el ecosistema fluvial como el patrimonio histórico asociado a él.
En un momento en que Cuba busca alternativas sostenibles y creativas para revitalizar su economía y modelo turístico, iniciativas como esta en Villa Clara marcan el camino hacia una mayor conexión entre las comunidades, el entorno y el imaginario de su gente.