Foto: RRSS
Texto: Fede Gayardo
Humphrey Polepole, embajador de Tanzania en Cuba, presentó su renuncia irrevocable, cerrando no sólo su misión diplomática, sino también su relación con la gestión pública.
En un documento de dos páginas compartido en sus redes sociales, el diplomático veterano articuló con claridad sus convicciones y las razones que lo condujeron a distanciarse de la esfera estatal. Aunque algunos asumieron que un desacuerdo en la Isla había sido el detonante, la esencia de su decisión parece ser mucho más profunda.
Polepole, de 55 años y que también representaba a su país en Venezuela, Colombia y Guyana, aseguró este domingo que su renuncia no responde a tensiones con Cuba, sino a una crisis moral con su propio gobierno.
“Ya no puedo ser parte de un liderazgo que no respeta la Constitución, los valores nacionales, la ética y la rendición de cuentas ante los ciudadanos”, afirmó el diplomático en una carta dirigida a la presidenta Samia Suluhu Hassan.
Con estas palabras, rompe con una trayectoria caracterizada por su defensa inquebrantable del expresidente John Magufuli y una sólida actuación como portavoz ideológico del CCM (Chama Cha Mapinduzi).
El tono de la carta refleja a alguien que se va con dignidad, combinando decepción, advertencia y despedida. “He perdido la fe en la dirección actual del liderazgo nacional”, escribió Polepole, marcando su lugar en la historia de Tanzania al ser el autor de una de las renuncias diplomáticas más sonadas en las últimas décadas.
Su crítica se dirige de manera contundente al liderazgo del partido gubernamental, al que denuncia por fomentar “una cultura de oportunismo” y de utilizar el lema “El partido primero, la persona después” como herramienta para silenciar las voces críticas y reformistas.
Acto seguido, el diplomático plantea con firmeza “¿de quién son realmente los intereses que se están defendiendo hoy? ¿Del pueblo, de una persona, de un grupo o del partido como institución?”
Lo notable no es solo su salida de Cuba, donde había estado desde abril de 2023, sino su decisión de alejarse de toda función pública, declarando sin ambages que no aceptará participar en “un espacio de liderazgo desvinculado de los valores éticos”.
Desde La Habana, el Ministerio de Relaciones Exteriores no ha emitido ninguna declaración oficial. Sin embargo, el impacto de su renuncia se extiende más allá de la Isla, generando debates en entornos políticos de África y América Latina.
Polepole concluyó su misiva con una nota optimista, expresando su confianza en que “la historia dará una interpretación precisa de mi decisión”. El futuro, sugiere implícitamente, está reservado para aquellos que no titubean en priorizar los principios éticos sobre el poder.