Foto: RL Hevia
Las cifras son contundentes: con la llegada de poco más de 800 mil turistas a Cuba al cierre de mayo, se pone de manifiesto una de las crisis más severas del sector, sin perspectivas de recuperación a corto o mediano plazo.
En los primeros cinco meses del año, Cuba recibió aproximadamente 862 343 visitantes internacionales, lo que representa solo el 73% de los turistas que llegaron en el mismo período de 2024, según informes de la Oficina Nacional de Estadística e Información.
Uno de los escenarios más preocupantes es la notable caída en el número de turistas canadienses, el principal mercado emisor hacia la Isla, que ha disminuido en más de 200 mil viajeros. Esta tendencia se ha mantenido constante desde el principio del año, lo que sugiere un bajo atractivo del destino Cuba.
Asimismo, los cubanos que residen en el exterior muestran escaso interés en regresar al país, con una caída de aproximadamente 29 mil. Por otra parte, los turistas provenientes de Estados Unidos alcanzaron solo los 57 mil, cifra que podría cambiar considerablemente tras el reciente memorando presidencial de Trump.
Ninguno de los diez principales emisores de turistas a Cuba ha reportado un aumento o, al menos, cifras similares a años anteriores.
Países «aliados» como Rusia han enviado solo la mitad de los turistas que llegaron en 2024, mientras que la apuesta de China, con vuelos directos y exenciones de visado, no aparece entre los primeros lugares.
Estos datos reflejan las denuncias sobre los polos turísticos desiertos, pero, ¿quién querría vacacionar en un lugar con constantes apagones y problemas de alimentación?
Además, la infraestructura aeroportuaria está deteriorada, con deficiencias en el servicio, crisis de combustible para el alquiler de automóviles y una creciente insalubridad en todo el país, especialmente en La Habana.
La realidad económica cubana se refleja en todos los sectores, incluido el turismo. La recurrente esperanza de un repunte es una utopía a la que el gobierno intenta aferrarse, en un esfuerzo por mostrar una última muestra de «dignidad» y cambio.