Foto: Archivo CN360
Durante el acto oficial por el 26 de Julio celebrado en Ciego de Ávila, el primer ministro cubano Manuel Marrero Cruz reconoció públicamente que los problemas del país no pueden atribuirse únicamente al embargo de Estados Unidos. “Existen dificultades internas, errores, deficiencias que debemos enfrentar y resolver con nuestros propios esfuerzos”, afirmó.
Marrero intentó equilibrar su discurso con críticas a Washington por su política de asfixia económica, pero reconoció que limitarse a culpar al bloqueo no es suficiente: “Denunciar la agresión externa no significa que nos crucemos de brazos”.
Su intervención tuvo lugar en un ambiente marcado por apagones, escasez de alimentos y un éxodo sin precedentes. El evento conmemoraba el 72 aniversario del asalto al cuartel Moncada, una fecha llena de simbolismo, pero desconectada de las prioridades urgentes de la mayoría de los cubanos.
Entre las pocas menciones directas a la situación actual, Marrero identificó el colapso energético como uno de los principales retos. Calificó los apagones como “molestos” y admitió que afectan no solo a la vida cotidiana, sino a toda la economía del país. Sin embargo, no ofreció medidas específicas para intentar revertir el problema.
En un contexto de crisis eléctrica que ha generado protestas en provincias como Santiago de Cuba y Camagüey, la falta de respuestas tangibles refuerza el malestar social. Aunque mencionó el tema, la declaración fue insuficiente ante la gravedad de los hechos.
El resto de su discurso se mantuvo en terreno conocido: apelaciones al heroísmo revolucionario, llamados a la resistencia y alusiones al legado de Fidel Castro. Significó que se priorizarán temas como la producción de alimentos, la inflación, la inversión extranjera y la recuperación del sistema eléctrico. Sin embargo, la vaguedad de sus palabras dejó intacta la sensación de parálisis que perciben los cubanos.