Foto: RRSS
Texto: Fede Gayardo
Recientemente, han sido frecuentes las denuncias sobre el abandono de antiguas figuras prominentes de la cultura cubana. Esta vez, se levanta una voz de auxilio por Orlando Barthelemy Rojas, un pilar del teatro Guiñol de La Habana, quien actualmente enfrenta una precaria situación que resulta difícil de imaginar.
El actor Yasser Sosa Tamayo compartió su preocupación en una publicación en sus redes sociales. En su mensaje en Facebook, describe cómo Barthelemy sobrevive “sin electricidad, sin agua potable ni las condiciones mínimas para vivir”, a pesar de su dedicación a la escena y a la formación de nuevas generaciones durante décadas.
Hace pocos días, Sosa visitó el modesto lugar donde reside el veterano titiritero y encontró un escenario de desamparo: un espacio sin electricidad, sin colchón ni un solo mueble donde apoyar un libro.
En ese lugar, bajo un techo que apenas se sostiene, Barthelemy se ve obligado a dormir en el suelo, mientras rememora con nostalgia los tiempos en que sus muñecos cobraban vida ante la mirada de cientos de niños.
Sosa añade en su relato que el artista carece de familiares cercanos e, increíblemente, de un apoyo institucional que él tanto agradeció durante su apogeo.
“Orlando no vive. Sobrevive a la miseria. En un cuarto oscuro, donde ni una bombilla lo acompaña, sin agua potable, sin comida caliente, sin colchón. Duerme en el suelo sobre colchas viejas que ya no ofrecen ni un poco de dignidad. Las paredes a su alrededor parecen llorar con él. El ambiente huele a humedad, abandono y a un país roto”, describe Sosa la desgarradora realidad del artista.
Conmovido, logró brindarle un modesto apoyo económico, un gesto que Barthelemy recibió con manos temblorosas. “No era solo por el dinero, era por el abrazo. Porque lo miramos. Porque lo reconocimos”.
Para quienes crecieron con sus actuaciones, Orlando Barthelemy fue “un hombre que dio tanto, que puso su alma en cada muñeco, llenando de fantasía las vidas grises de miles de niños cubanos”.
Sin embargo, su nombre ha desaparecido de cualquier plan estatal de asistencia o, como menciona Sosa, “hoy es un recuerdo olvidado, como un telón sucio tirado en una esquina del escenario de esta isla en ruinas”.
La publicación generó una ola de indignación en las redes sociales. Cientos de usuarios lamentaron la falta de políticas efectivas para proteger a los artistas en su jubilación, y señalaron que este caso no es aislado, sino solo la punta del iceberg de un problema estructural.
La denuncia termina con dos preguntas contundentes: “¿Dónde están aquellos que se llenan la boca hablando de cultura? ¿Dónde están los que aplaudían en las butacas mientras él se esforzaba detrás del retablo?”, interroga Sosa.
El caso de Barthelemy, en definitiva, pone de manifiesto la apremiante necesidad de establecer un sistema de protección adecuado para los creadores veteranos en Cuba. “Que este grito sirva para despertar conciencias, para mover corazones. Orlando no puede morir así”, concluye el reclamo en la red social, haciendo un llamado a la ayuda: “Si puedes ayudar, contáctame. Si no puedes, comparte. Pero no te quedes en silencio. Porque el silencio también mata”.