Foto: Archivo CN360
La escena, que podría parecer sacada de una comedia absurda, es verídica: cubanos empujando un tren para que retome su marcha. Así lo ha compartido el perfil de La Familia Cubana, y el post ha suscitado múltiples reacciones.
Algo similar ocurrió en abril de 2024 en la ruta entre Sagua la Grande y Santa Clara, compartido esta vez por el periodista Mario J. Pentón. Las imágenes hablan por sí mismas: desesperación y resignación frente a un sistema que no responde.
Los vagones, visiblemente deteriorados, se mueven únicamente gracias al esfuerzo físico de sus pasajeros. El tren, que en muchas partes del mundo simboliza movilidad y progreso, en Cuba se ha convertido en un recordatorio metálico de estancamiento: un peso muerto que solo avanza si se empuja.
“Lo último que faltaba, empujar esa mole de hierro y sin nada en el estómago”, expresó una usuaria en aquel entonces. La reciente escena repite la historia.
¿Por qué es el pueblo el que empuja lo que debería ser impulsado por el Estado? ¿Hasta cuándo se les exigirá a los cubanos cargar con el peso literal y simbólico de una maquinaria obsoleta, mal mantenida y olvidada por las prioridades gubernamentales?
Un problema clave es la disponibilidad de locomotoras y coches, ya que de las 20 locomotoras necesarias, solo 14 estuvieron operativas en promedio durante 2024, lo que generó retrasos e irregularidades en los itinerarios, como informó el propio ministro de Transporte cubano.
De hecho, solo el 63% de los coches planificados estaban en funcionamiento, debido a problemas técnicos no resueltos y la falta de divisas para su mantenimiento.
La escasez de locomotoras impacta en la regularidad del servicio y en el cumplimiento de los horarios, contribuyendo a una de las mayores insatisfacciones entre los usuarios.
La imagen de los pasajeros empujando vagones debería ser la portada de informes, un titular en debates oficiales, un argumento para la toma de decisiones. Pero en Cuba, empujar no es noticia.