Un mes sin gas licuado en Cuba: ¿cuánto tiempo más?

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Foto: RL Hevia

Cuando parece que la soga no puede ajustarse más al cuello del cubano común, los problemas cotidianos continúan agravándose. Este es el caso de la venta de gas licuado para uso doméstico, que se detuvo hace un mes en toda la isla, sin que se aviste solución alguna en el horizonte. A la ya compleja tarea de buscar alimentos en Cuba, se suma ahora el desafío de encontrar cómo cocinarlos.

El 11 de marzo, la Empresa Cubana de Gas Licuado anunció la suspensión del servicio, justificándose con “causas ajenas a la voluntad del país”. Sin embargo, la escasez se extiende sin que ningún directivo aclare hasta cuándo, dejando a miles de familias a merced de la suerte, sin medios básicos para cocinar o calentar agua.

La carencia de gas se suma a una larga lista de dificultades que enfrentan los cubanos: apagones frecuentes, escasez de insumos médicos y un transporte público irregular. No obstante, la suspensión de este servicio ha impactado de manera particularmente intensa, afectando de forma directa las rutinas diarias más esenciales.

“Estoy cocinando con leña, como hacía mi abuela hace 50 años —declaró Margarita, una jubilada de 68 años que reside en Arroyo Naranjo, La Habana—. Mi hija me consiguió unos trozos de madera y así vamos, improvisando.”

El gas licuado, distribuido en cilindros por la red estatal, es la principal fuente de cocción para gran parte de la población cubana. Aunque prácticamente todos los hogares poseen cocinas eléctricas, los apagones diarios las convierten en una opción poco confiable, ya que en el interior del país los cortes de electricidad han dejado de ser programados y se prolongan más de 12 horas continuas.

En áreas rurales, muchos han vuelto a utilizar carbón vegetal o fogones de leña, con los riesgos correspondientes para la salud y el medio ambiente.

Aunque las autoridades han mencionado “problemas con los suministros internacionales”, expertos apuntan a un conjunto más complejo de factores que incluyen la crisis energética global, las sanciones impuestas por Estados Unidos y la drástica caída de los envíos de combustible desde Venezuela.

Según datos del propio gobierno cubano, cerca del 60 por ciento del gas licuado que se consume en la isla proviene del extranjero, principalmente de Venezuela y Rusia. La reducción de los envíos venezolanos, junto con las dificultades logísticas internacionales, ha creado un cuello de botella que el país no ha sabido gestionar.

“Cuba no tiene capacidad de refinación suficiente ni infraestructura para procesar gas en grandes cantidades —ha explicado en varias entrevistas Jorge Piñón, experto en energía de la Universidad de Texas—. Dependía casi por completo de socios que hoy no pueden o no quieren cumplir con los volúmenes pactados.”

A esto se suma la falta de divisas para importar combustible. Con un turismo deprimido, una economía parcialmente dolarizada y las sanciones estadounidenses limitando transacciones financieras, las opciones para adquirir gas en otros mercados son limitadas y caras.

Sin embargo, lo que agrava este escenario es la falta de transparencia. Durante un mes de suspensión, el gobierno solo ha emitido dos comunicados breves, sin detallar cuándo se restablecerá el servicio. La ausencia de información ha creado un clima de incertidumbre y desconfianza entre los ciudadanos, quienes empiezan a sospechar que, cuando el servicio se reanude, pueda cobrarse en dólares. La Empresa Cubana de Gas Licuado ha desmentido este rumor como una “fake news”, pero no sería la primera vez que las llamadas “bolas” se basan en hechos reales…

Muchos se desahogan en las redes sociales, el espacio donde han sido a parar las denuncias ante la sordera crónica de las instituciones del Estado. Frases como “ni siquiera podemos cocinar” o “¿cuándo nos dirán la verdad?” se han vuelto comunes, junto con ejemplos de reventa ilegal de gas a precios exorbitantes, una consecuencia lógica en un mercado donde la demanda no encuentra oferta y los precios aumentan semana tras semana. Rellenar un cilindro de gas licuado “por la izquierda” costaba entre 20,000 y 30,000 pesos hace apenas unos días.

“Esto es una crisis humanitaria, no una simple escasez —afirmó el periodista independiente Yoel Suárez—. Estamos hablando de necesidades básicas: alimentar a tu familia, hervir agua para un bebé, preparar una sopa para un anciano. Y no hay respuesta, solo silencio.”

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