Foto: Cuba Noticias 360
Para los cubanos que no reciben remesas ni cuentan con acceso al USD, la reciente medida de ETECSA representa más que un impedimento. Con un límite de recarga de solo 360 CUP al mes —equivalente a un dólar en el mercado informal—, la mayoría solo podrá permitirse un paquete de datos de 6 GB. Esa cantidad, en el mejor de los casos, apenas es suficiente para unas pocas horas de videollamadas o algunas jornadas revisando redes sociales con moderación.
En términos prácticos, esto implica que miles de cubanos quedarán desconectados o dependerán de otros para mantenerse en línea. Y no solo se trata de entretenimiento; muchos utilizan internet para trabajar, estudiar, informarse e incluso hacer trámites personales. Restringir el acceso digital es, en esencia, limitar el desarrollo y la participación cívica de la ciudadanía.
Con 6 GB, un usuario puede escuchar música durante días o chatear sin parar, pero actividades como asistir a clases virtuales, cargar contenido audiovisual o realizar videollamadas frecuentes quedan fuera de su alcance. Las aplicaciones que actualizan en segundo plano, la reproducción automática y un simple error al mantener activa la calidad HD en una app pueden consumir esos datos en cuestión de horas.
Mientras los paquetes en CUP son inaccesibles para el salario promedio, ETECSA promueve sus planes en dólares como si fuesen una opción viable para todos. Cuatro gigas por 10 USD o 16 por 35 USD, cuando el ingreso medio de un cubano apenas supera los 3.000 pesos, convierte el acceso a internet en un lujo reservado a aquellos que reciben ayuda desde el exterior.
Los paquetes adicionales en moneda nacional no son una alternativa. Un plan de 3 GB cuesta 3.360 CUP. Uno de 15 GB, 11.760. Con esos precios, incluso un profesional en el sector estatal tendría que destinar todo su salario —y más— solo para mantenerse conectado. La desconexión ya no es una consecuencia: es una política.
ETECSA justifica la medida argumentando que busca asegurar el mantenimiento y la sostenibilidad de la red, pero lo hace sin ofrecer competencia, sin explicar cómo se determinan esos costos y sin asumir su responsabilidad como monopolio. Peor aún, impone la medida sin previo aviso, violando la confianza de los usuarios y sus propias regulaciones legales.
Simultáneamente, se refuerza la estrategia de priorizar la captación de divisas, no el acceso ciudadano. El diseño del sistema, ahora más que nunca, fuerza al cubano a depender de recargas desde el extranjero. Para aquellos que no tienen familia fuera, el mensaje es claro: desconéctate o enfrenta un costo inalcanzable.
No se trata solo de una queja por tarifas abusivas. Es una denuncia contra una práctica excluyente que dificulta el acceso al conocimiento, al trabajo remoto y al diálogo con el mundo. Cuba atraviesa una crisis profunda, y las redes sociales han sido una herramienta clave para visibilizarla. Limitar internet es también limitar la verdad.
Por lo tanto, exigir una conexión justa y accesible no es solo una propuesta técnica o económica. Es una demanda ética. ETECSA debería servir al pueblo, no castigar su pobreza.