Fotos: Livén Céspedes | Facebook
Texto: Michel Hernández
Livén Céspedes podría haber sido uno de los personajes de *Havana Blues*. Y puede que lo fuera. En octubre de 1999, Livén dejó La Habana para establecerse en Madrid. Arribó a la capital española con una sólida trayectoria como productor, gracias a su trabajo en la escena underground de la isla. No estaba impulsado por la incertidumbre de un contrato, sino por el amor. Y había también todo lo demás que lleva a alguien a intentar construir un hogar en lo desconocido sin mirar atrás.
Para ser justos, Livén nunca olvidó sus raíces. Pero esa es una historia que contaremos más tarde. Primero recorrió el camino del inmigrante cuando el amor se desvaneció. Luego vino su “segunda vida” en la diáspora. Fue en ese momento cuando regresó a sus raíces, a su profesión y empezó a ganarse el respeto por su talento y profundo conocimiento en una disciplina que requiere precisión.
En Cuba, participó en la producción de dos conciertos que marcaron un hito en la escena alternativa nacional: el espectáculo de Garaje H en el teatro Karl Marx de La Habana, una presentación que todo rockero cubano mayor de 40 años debería recordar, y el lanzamiento del disco *Séptimo cielo* de Athanai en el Teatro Nacional de Cuba, así como el concierto “The Music Bridges” en el mismo teatro en 1999, en el que también tuvo un papel.
“Para el concierto de Garaje H trabajamos como una productora a pesar de no estar reconocidos legalmente. Estábamos conformados por Josué García y yo, junto con amigos como Juan Baños, Alejandro Arrechea, Adolfo Martínez (Fito) y Juan Carlos Piñol”, recuerda.
“Le ofrecimos nuestro servicio a Abel, el vocalista de la banda, que necesitaba alguien que lo produjera y, al mismo tiempo, quería que su hermano aprendiera sobre el proceso de producción. Abel fue quien produjo todo al 100%. Garaje H era una gran banda, con una energía descomunal. Su actuación en directo era increíble, no tenía nada que envidiar a las bandas del grunge que estaban en España, lo que motivó colaboraciones notables como la que hicieron con Fermín Muguruza”, añade Livén.
El productor, que actualmente reside en Madrid, recuerda los “sobresaltos” de un concierto que convirtió el Karl Marx en una especie de campo de batalla.
“El concierto estuvo lleno de sobresaltos, especialmente porque no sabíamos realmente cómo organizar uno de esa magnitud. Contamos con el apoyo del club de Harley Davidson de Cuba y colocamos tres motos en el escenario. Las encendimos en vivo y el humo que generaban se integró al ambiente del espectáculo. De hecho, el humo de las motos ayudó con la iluminación, algo arriesgado en un espacio cerrado”, explica.
“El Karl Marx tembló. Para mí, fue uno de esos conciertos en La Habana que más recuerdo, por la energía que se sentía. Se notaba que algo estaba cambiando. Era la primera vez que llevábamos a un teatro una banda de grunge de tal calidad”.
Livén estudió artes plásticas en el Pedagógico José Manuel Varona en el municipio Mariano. Allí, en pleno auge de una fiesta de los 90, conoció a un amigo que le introdujo en la producción de su primer gran concierto en La Habana. Fue en 1997, una época de consagración para Athanai con *Séptimo Cielo*, un disco distribuido por la disquera de Miguel Bosé.
“Athanai y yo éramos inseparables”, dice, recordando cuando “el rapero blanco” llenó su primer teatro en La Habana.
“Yo era el stage manager de Athanai. Participé intensamente en la producción del concierto. Josué García era el más experimentado, ya había trabajado con Carlos Varela y bandas reconocidas en Cuba. Yo lo asistí, y aprendí muchísimo de él. Me encargué del management del artista y recibí a todos los que vinieron a Cuba en representación de la discográfica de Miguel Bosé. *Séptimo Cielo* fue mi primer concierto directo y siempre agradeceré a los productores del Teatro Nacional, como Castellanos y Roberto, que fueron piezas clave en mi formación”.
Livén evoca sus inicios desde una terraza de un hotel de Madrid, con vistas a todas las cúpulas de la ciudad, acompañado por dos jóvenes promotores de Spot, un evento de música electrónica que está revolucionando la escena en la capital. Pide una cerveza y busca retomar la calma luego de días de tensión acumulada por su trabajo como productor general del concierto en homenaje a Pablo Milanés, celebrado en el célebre Wizink Center, hoy Movistar Arena, en Madrid, donde participaron múltiples estrellas de la música española.
“Este homenaje se lo debíamos a Pablo”, confiesa Livén, recordando los detalles que resultaron en un concierto, sin duda, histórico.
“Inicié la preparación de este proyecto hace un año y medio. Hubo muchos músicos que quisimos incluir, pero no pudieron participar a pesar de estar inicialmente en el cartel. Pero muchas cosas deben coincidir para que todo fluya y yo asumí la responsabilidad de mediar entre todas las partes”, explica.
El homenaje surgió de la profunda relación profesional que mantuvo con Pablo, un vínculo que evolucionó a una amistad y familia laboral. “Hubo momentos en el proceso en que me faltó el impulso, inconvenientes que restaban energía, pero siempre pensaba en Pablo, en sus enseñanzas, en lo que él haría en cada situación. Y seguí adelante con un gran equipo. La idea era simple: reunir a un grupo de grandes profesionales del sector, todos interesados en honrar a Pablo, ya que este tributo se lo debíamos”.
Antes de entrar al Movistar Arena, de convertirse en Presidente de Apporte Asociación, una de las agrupaciones de profesionales de producción de espectáculos en España, y antes de empezar a trabajar siendo joven con Pablo, Livén atravesó todo el proceso de la migración. Lavó platos, trabajó como electricista, camarero, e incluso se disfrazó del rey Baltazar en navidades para salir adelante, lo que le permitió ahorrar un poco y cubrir sus gastos hasta que llegó su oportunidad de continuar en su carrera.
“Salí de Cuba por amor. Me enamoré de una irlandesa que vivía en España. De hecho, partí creyendo que volvería, o siendo sincero, salí sin saber qué me depararía la vida. En aquella época era complicado viajar y no pude avisar a nadie de mi entorno que me iba, porque circulaban historias que podían incluso impedirte abordar el avión antes de despegar”.
Con Pablo, vivió en España una etapa clave de su carrera como productor. Primero fue el trabajo y luego una amistad que perduró hasta los últimos días de vida del cantautor cubano.
“Uno de mis primeros trabajos como productor en España fue junto a Pablo, gracias a una empresa que organizaba sus giras. Me ofrecieron un puesto y dentro de mis responsabilidades estaba trabajar en las giras de Pablo Milanés como Road Manager. Desde entonces, participé en muchas de sus giras en España. Una persona me comentó que Lázaro, quien era la mano derecha de Pablo, antes de fallecer sugería mi nombre a Pablo”, recuerda.
“Creo que muchas cosas se alinearon para que eso sucediera. Y al final comencé a trabajar con Pablo. Formaba parte del equipo de producción de Francisco Nuño y Liam Milanés (una de las hijas de Pablo), quienes manejaban el cierre de los conciertos de Pablo en España y Europa, así como otros artistas. Con el tiempo, Pablo me consideró parte de su equipo. Trabajé con él hasta el final, siempre respeté sus decisiones y su manera de trabajar, que fortificó nuestra amistad. Siempre atendía a los detalles de cada gira, por minúsculos que fueran. Pablo lo hacía todo más fácil. Ambos tuvimos un papel crucial en la vida del otro. Me convertí en su mano derecha. Tuvimos conversaciones profundas sobre diversos aspectos de la vida que han sido reveladoras para mi camino”.
¿Cuál era la mayor dificultad en la organización de los conciertos de Pablo?
Todo era muy sencillo con él. Si hablo de alguna dificultad, no era con Pablo en sí, sino con algunos detalles técnicos o personal ajeno a nuestro equipo. Él siempre facilitaba las cosas. Aunque, cuando necesitaba “plantar” y ser franco, lo hacía de inmediato. A veces, con una sola mirada o gesto, lograba que comprendiera sus más pequeñas demandas en el escenario o durante la producción del concierto. Nuestra comunicación se volvió muy eficaz y se enriqueció a lo largo de los años.
¿Qué características a nivel de producción y en general tuvo el último concierto de Pablo en La Habana?
“Ese concierto no presentó gran complejidad técnica, aunque tuve que adaptarme a varios detalles que no había proyectado. Llegué a La Habana cuando la producción ya estaba bastante avanzada.
Lo más complicado, en cierta forma, fueron los obstáculos que plantearon las instituciones. Era necesario hacerlo, y todos los implicados pusimos todo nuestro empeño. Sabía que debía estar con él en ese concierto. De hecho, ese año coincidía con otras giras de otro artista importante, pero decidí que ese concierto era verdaderamente el importante. Primero Pablo, y luego lo demás. Debía estar presente a pesar de los obstáculos. También hablo de los técnicos de España, que son como familia y que estuvieron en el concierto de Madrid. Al final, el concierto se llevó a cabo y todos contribuimos a que el resultado final fuese favorable, permitiendo a Pablo reconectarse con su público en lo que fue su despedida en Cuba.
Además de acompañar a Pablo en esa experiencia, tuve la oportunidad de ver a mi familia en ese viaje a Cuba y compartir mis conocimientos en un taller que realicé en Fabrica de Arte para jóvenes productores, músicos y profesionales en Cuba, lo cual fue fundamental para tomar tal decisión.
¿Cómo llegaste a trabajar primero como productor y luego convertirte en presidente de una Asociación de Productores en España?
Mi primer trabajo fue lavar muchos platos. Luego trabajé como electricista, camarero y en otros oficios. Poco a poco fui ahorrando para cubrir gastos. Luego surgió la oportunidad de trabajar con una productora española que quería traer al dúo Postrova y a partir de ahí empecé a conectar con artistas españoles. He trabajado con nombres como María Dolores Pradera, Clara Montes y Miguel Ríos. Con el tiempo, mi lista de artistas ha crecido. También he participado en grandes festivales como Mad Cool. Todo fue un proceso gradual, y durante mis paseos por la calle Barquillo, donde hay muchas tiendas de audio, aprendí sobre avances tecnológicos en audio, iluminación y microfonía a través de catálogos que encontraba.
¿Cuáles son los principales requisitos que debe tener un jefe de producción en una escena tan competitiva como España?
Rodearse de un buen equipo, ser estudioso, respetar a los colegas y priorizar a tu equipo por encima de ti mismo. Dar la cara por todos y defender su trabajo siempre que cumpla con las exigencias del evento. En mi caso, muchas de las personas con las que he trabajado han quedado en mi vida como familia, como hijos o hermanos.
Hemos crecido juntos en esa camaradería. He trabajado con varios equipos y hemos logrado grandes cosas, como en el Madrid Cool Festival, donde nos apoyamos mutuamente para llevar adelante cualquier proyecto, independientemente de las horas que tengamos que dedicar. Ellos saben que respeto sus tiempos, descansos y horas de comida, y me aseguro de que, al final, no se vayan hasta que cerremos todo el ciclo, incluyendo el pago por su trabajo con todas las garantías necesarias.