Foto: Cuba Noticias 360
La producción estatal de carne de cerdo en Cuba está pasando por uno de sus momentos más críticos, según lo indicado por varios medios estatales esta semana. Como resultado, la disponibilidad de este producto se ha vuelto casi nula en los mercados estatales, mientras que su precio en el “mercado negro” sigue en aumento, convirtiéndose en un lujo casi inasequible para la mayoría de los cubanos.
El diario Granma ha reconocido que la carne de cerdo y sus derivados “prácticamente pueden considerarse extintos” en la dieta del cubano promedio. En los últimos meses, la caída en la producción ha sido tan severa que ni los mercados estatales ni las ferias agropecuarias —que tradicionalmente son más accesibles— logran abastecerse adecuadamente.
Esta crisis ha impactado directamente el bolsillo de la población. La libra de carne de cerdo, que anteriormente costaba solo 16 pesos cubanos en períodos de estabilidad productiva, ahora supera los 900 e incluso hasta los 1000 pesos, tal como se observa en diversas publicaciones de compra-venta en redes sociales donde Mipymes y particulares ofrecen sus productos a precios notablemente altos.
En 2018, Cuba alcanzó una producción récord de 200 mil toneladas de carne porcina, suficiente para satisfacer el mercado interno así como parte de la red hotelera nacional. Siete años después, la situación ha cambiado drásticamente. En 2024, se lograron poco más de 9,000 toneladas, una cifra que el propio medio llamó “insignificante” y “muy alejada de las necesidades del país”.
Un factor crucial detrás de esta crisis es la escasez de pienso animal. Especialistas consultados por medios estatales coincidieron en que sin este recurso básico es imposible reactivar la producción porcina a gran escala.
Mientras tanto, proliferan las ofertas en línea en grupos de compraventa, con anuncios como “pierna de cerdo deshuesada a $790 la libra” o “lomo de cerdo deshuesado a $810 la libra”.
La carne de cerdo, que durante décadas ha sido un componente esencial en la mesa del cubano, se está transformando cada vez más en un símbolo del deterioro económico del país. Esta crisis, que va más allá de lo alimentario, revela las profundas fallas estructurales del modelo productivo estatal.