Érase una vez una emprendedora cubana: Greta Tilán.

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Fotos: Cortesía de Greta Tilán

Texto: Karla Castillo

En este 2021, el Día de la Mujer llega en un contexto transformado por la pandemia. Este cambio ha intensificado el sentido de lucha y activismo entre las mujeres, quienes, desde sus propias realidades, alzan la voz y luchan por sus sueños, como lo hacen las emprendedoras cubanas.

Greta Tilán es una de estas mujeres valientes. Joven, estudiante universitaria y oriunda de un pequeño pueblo en la provincia de Matanzas, es una afrocubana que se enorgullece de sus raíces. Ella nos comparte los retos que ha enfrentado en su camino para levantar su empresa, el sueño que ha forjado con esfuerzo. Aquí está su historia:

“Al inicio, estaba enfocada en mis estudios universitarios. Tilán no era aún quien es hoy; se convirtió en mi proyecto de vida años más tarde. Como mujer, ha sido un camino complicado, ya que el proceso de elaboración de aceites es duro y requiere mucho tiempo y esfuerzo. Comencé recolectando cocos del monte, usando un carretón tirado por un caballo. Todo esto fue una experiencia gratificante. No era completamente nuevo para mí, pues crecí en el campo. Soy de Calimete y siempre he sentido un profundo amor por la naturaleza”.

“Mi labor consistía en recoger los cocos—nunca me he trepado a una palmera, los recojo del suelo. Luego, debo transportarlos y cortarlos a machete. Así comencé. Sin embargo, no lo hacía a gran escala; en ese tiempo, tenía a mi novio que me ayudaba con esa parte, y no llegaba a recoger más de 10 o 15 cocos, lo que me causaba dolor”.

“Con el tiempo, comencé a expandir mi negocio, como es natural cuando uno progresa. En esa etapa me alejé un poco de la producción directa, pero surgieron otros retos, como dirigir a hombres en el trabajo, ya que todos mis empleados son hombres. A pesar de que me respetan y me consideran una mujer de carácter fuerte, he tenido que enfrentar actitudes machistas, sobre todo cuando he tenido que llamarlos a cuentas por algún error”.

Aceites Tilán

Productos de la marca Tilán

“Otro desafío surgió al enfrentar trabajos pesados. En una ocasión quise hacer una siembra, así que consulté a un guajiro de la zona que tenía tierras cultivadas. Al final, me sugirió que le pidiera a mi marido que fuera con él a informarse, y le respondí que no, que las tierras eran para mí”.

“La madre del guajiro estaba presente y antes de irme, me recomendó que llevase a mi marido para que él fuera quien escuchara, a lo que respondí: ‘No tengo marido, las tierras son para mí y soy yo quien las va a sembrar’. Eso me molestó mucho”.

“En otra ocasión, necesité hablar con un tornero, pero no me hacía caso. Para evitar un conflicto mayor, le pedí a uno de mis trabajadores que fuera en mi lugar. Pero llegó un día en que me frustré tanto que fui y le dije: ‘Mira, soy yo la que paga, la que quiere las piezas y el servicio, así que es conmigo con quien deberías tratar’.”

Para Greta, el camino ha sido “extremadamente” difícil. Es una mujer del campo que se trasladó a La Habana hace cerca de 10 años, y actualmente vive en un alquiler. “He enfrentado muchas complicaciones. Los alquileres son inestables y los propietarios no son siempre formales. He atravesado por muchas etapas difíciles. Un incendio consumió mi apartamento y solo sobrevivieron mis aceites esenciales, mi laptop y mis libros, así que tuve que empezar de nuevo. Luego llegó el Covid, lo que me obligó a regresar a mi pueblo, ya que no podía vender ni producir los aceites en La Habana”.

“A finales de 2020 regresé a la capital y he comenzado de nuevo. Creo que me va bien y estoy contenta con lo que estoy logrando. Emprender en Cuba es complicado porque no se encuentran recursos ni materias primas, lo que hace que el camino sea arduo. Considero que debería existir una industria estatal dedicada a ayudar en la producción y facilitar las importaciones”.

Aceites naturales de Tilán

“El precio del producto cubano es elevado, lo que dificulta el desarrollo local y limita el número de compradores. Buscas emprendimientos textiles y un vestido puede costar más de 5 mil pesos cubanos, lo que no es asequible para todos. Sin embargo, no pueden bajar el precio, ya que eso significaría perder ganancia”.

“La gente critica y dice ‘¡qué caro!’, pero no entienden que el producto, además de ser manufacturado, es muy difícil de producir. Solo los emprendedores comprenden que cualquier proyecto que inicies implica un camino lleno de obstáculos. Al final, cuando ves los resultados, te sientes satisfecho por lo logrado, pero es un trabajo arduo, y el estado no proporciona suficiente apoyo a los emprendedores y negocios privados”.

“Debería haber una plataforma que facilite alianzas, como la que propongo con Suchel Camacho, y que ofrezca herramientas que hoy no puedo obtener por mis propios medios, lo que abarataría la producción y, en consecuencia, los precios de los productos. No hay un lugar donde puedas solicitar un servicio específico”.

“El apoyo de mi familia ha sido limitado, quizás de uno o dos miembros nada más, del resto, no he recibido mucho apoyo. Trabajaba en el ICRT y cuando dejé el trabajo, muchos me cuestionaban, me decían que estaba loca. Yo le dije a mi mamá: ‘¿Qué prefieres, verme aparecer en los créditos de un programa cualquiera o decir con orgullo que mi hija es dueña de una empresa?’”.

“Ellos piensan que lo que hago es un juego, algo pasajero y no lo consideran serio ni con un futuro prometedor. Sin embargo, he recibido mucho apoyo de mis amigos, sobre todo de la universidad, quienes comparten una visión similar a la mía. También cuento con el respaldo de mi equipo de trabajo, y me siento feliz de que se identifiquen con el proyecto”.

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