Foto: Cuba Noticias 360
Como si no fueran suficientes los cortes de electricidad que mantienen a la mayoría de la isla en la oscuridad y el aumento notable de las temperaturas, los cubanos están enfrentando en estos días un malestar que tiene un nombre muy particular en la cultura nacional: el bobo de mayo.
No se trata de una enfermedad reconocida por la ciencia, ni de una categoría médica oficial: el bobo de mayo es, como dirían las abuelas, una incomodidad generalizada que parece apoderarse del cuerpo y la mente cuando el calor dice “aquí estoy yo”.
Aunque la expresión puede sonar ingeniosa o folclórica, quienes lo han sufrido saben que no hay nada de divertido en sentirse sin energía, con el cuerpo descompuesto y el ánimo por los suelos.
Más allá del cansancio o la falta de ganas, hay un síntoma que muchos consideran el más representativo del bobo de mayo: los trastornos digestivos, especialmente las diarreas repentinas y los vómitos sin causa aparente.
No es extraño que en mayo muchas personas experimenten vómitos esporádicos, sensación de náuseas o episodios de diarrea que, aunque no son graves clínicamente, impactan el desarrollo cotidiano.
Y es que, con el incremento de la temperatura y la humedad, los alimentos se descomponen rápidamente, proliferan las bacterias y el sistema digestivo se torna más vulnerable.
Para comprobarlo, basta con acudir a los cuerpos de guardia de los policlínicos, hospitales y, sobre todo, a los servicios de pediatría, que en mayo suelen atender más casos con este tipo de malestar que con las comunes enfermedades respiratorias.
Otros síntomas del denominado bobo incluyen somnolencia constante, irritabilidad o cambios de humor sin razón aparente, dolores musculares o una sensación de pesadez corporal persistente, pérdida de apetito y de motivación para llevar a cabo tareas diarias, así como una especie de embotamiento mental.
Los médicos suelen señalar a los virus estacionales como culpables, pero las abuelas, que alivian empachos con mediciones de barriga y cocimientos, atribuyen el bobo a los cambios climáticos e incluso a la repentina llegada de la temporada de mangos.
A esto se suman este año factores estructurales: los apagones, la dificultad para conservar los alimentos, la escasez de productos frescos o adecuados para las altas temperaturas y el estrés social acumulado en una economía que está en franca recesión.
No hay un tratamiento específico contra el bobo de mayo, pero la sabiduría popular ha desarrollado una serie de recursos para sobrellevarlo, incluyendo infusiones como el tilo, la manzanilla o la menta, así como sueros caseros para reponer líquidos tras episodios de diarrea o vómitos. Se recomienda igualmente evitar el sol intenso, mantenerse hidratado y reducir el ritmo de vida en la medida de lo posible.
Más que una enfermedad, el bobo de mayo es un reflejo del clima, de la vida diaria, de las limitaciones que asfixian al país, pero también de la capacidad cubana para ponerle nombre a lo que no se puede explicar con precisión. Nombrarlo —aunque no figure en los libros de Medicina— es una forma de resistirlo.