Foto: RL Hevia
En La Habana —y en muchas otras partes del país— la cocina no se guía por recetas, sino por la paciencia. De hecho, miles de usuarios de la Empresa del Gas Licuado en Cuba han denunciado que la situación ha llegado a un punto crítico: ni carbón, ni balita, ni explicación. Con la crisis energética, los altos precios en el mercado informal y la desinformación oficial, la indignación de la población aumenta día a día.
Este miércoles 23 de abril, se anunció un cambio, al menos por parte de la Empresa del Gas de La Habana, que publicó una breve nota indicando que se estaban aplicando soluciones técnicas, que el mantenimiento había sido completado y que se estaban realizando trabajos en horario nocturno.
En este contexto, la Planta de Producción #1, conocida como Melones, finalizó sus reparaciones y comenzó de manera gradual a restablecer el servicio en Plaza de la Revolución, Habana Vieja, Cerro, Centro Habana y Diez de Octubre. Eso sí, aclaramos que solo se trata de gas manufacturado. De la balita, ni rastro.
Las declaraciones oficiales recurren a frases comunes: “se completaron las acciones de mantenimiento”, “se garantizará la seguridad de las operaciones”, “trabajo en conjunto con EMCOR y CUPET”.
No obstante, la narrativa institucional nuevamente omite el asunto del gas licuado, que es el que impacta a la mayoría de los hogares cubanos. Mientras tanto, la población reacciona con gran desesperanza.
«¿Y el gas de balita pa’ cuándo?», pregunta una usuaria en redes sociales. «¿Se congeló el mar o los extraterrestres se robaron el barco?», bromea otra.
«Una prensa pública debería informar sobre la desaparición del gas de balita. De lo contrario, no es pública, ni siquiera es prensa», criticaba el periodista Fernando Rasvberg. Este es un reclamo que resuena en muchos.
La interrupción de gas en Melones afectó durante casi 48 horas a cinco municipios de la capital, según el informe oficial. Y esto no es un caso aislado: en marzo pasado, la misma planta detuvo operaciones por mantenimiento. La diferencia es que en esta ocasión el descontento ciudadano ha sido más evidente y la respuesta institucional, más débil.
Mientras tanto, el uso de carbón se incrementa, aunque su compra se ha encarecido, y se está extendiendo la práctica de cocinar con leña.
Las familias cubanas, entonces, deben hacer malabares para alimentar a los suyos. Los testimonios hablan por sí solos: en el mercado informal, una balita puede costar hasta cinco veces su precio oficial. Y no siempre está disponible.
Las reparaciones en Melones son un alivio temporal para algunos municipios, pero no ofrecen una solución al panorama nacional del gas.