Foto: RL Hevia
En el primer trimestre del presente año, Cuba recibió poco más de 570 mil visitantes internacionales, lo que representa una disminución de casi 300 mil en comparación con el mismo periodo del año anterior, evidenciando el declive de lo que se conoce como la “locomotora de la economía cubana”.
A pesar de las expectativas puestas en una temporada alta que prometía mejores resultados, los datos indican un desempeño que se sitúa por debajo de las proyecciones, caracterizado por una lenta llegada de turistas y deficiencias estructurales que restringen el potencial del sector.
De acuerdo con la estatal Oficina de Estadísticas e Información, los principales mercados emisores han disminuido en comparación con 2024. Especialmente preocupante es la situación de Canadá, que reportó una caída de cerca de 127 mil turistas, además de una reducción de 15 mil visitantes de la comunidad cubana en el exterior. Aun con las “limitaciones por el bloqueo” que el gobierno sostiene, los Estados Unidos, el tercer mercado receptivo de Cuba, registró 39,447 visitantes hasta marzo.
Las cifras durante la llamada temporada alta del turismo en Cuba evidencian la crisis estructural del sector, la cual ha estado marcada por problemas de abastecimiento en las instalaciones hoteleras y constantes apagones que afectan el funcionamiento de muchas casas de renta, así como de los servicios culturales y gastronómicos.
Es relevante mencionar que el nivel de ocupación de los turistas internacionales en las entidades turísticas es solo del 24%, en contraste con los millones de dólares invertidos en la construcción de nuevos hoteles, muchos de los cuales operan con ínfimos niveles de ocupación.
Por otro lado, el “cuentapropismo” ha servido como un salvavidas silencioso para el turismo cubano, aunque opera en un contexto de incertidumbre constante, lo que ahuyenta la inversión, bloquea la creatividad y genera desconfianza.
A pesar de los esfuerzos del gobierno para promover destinos y atractivos, la realidad es que el turismo cubano no avanza, afectado por una combinación de limitaciones internas que perjudican la imagen del país y la percepción de los agentes de viajes, receptivos y los propios visitantes.