Mario Terán Salazar, reconocido como el soldado boliviano que asesinó al Che Guevara en octubre de 1967, falleció este jueves a los 80 años en Santa Cruz, Bolivia.
El ex militar murió tras varias semanas en terapia intensiva debido a complicaciones de enfermedades asociadas a su edad avanzada, según informan medios bolivianos.
Mario nació en abril de 1941 en Cochabamba y al momento de su deceso estaba casado, tenía cinco hijos y recibía una pensión del estado como jubilado del Ejército Boliviano.
El exsoldado pasó gran parte de su vida siendo protegido por colegas y tratando de mantenerse en el anonimato para evitar entrevistas con los medios o posibles represalias de los seguidores más radicales del Che, incluso años después de apretar el gatillo que acabó con la vida del argentino-cubano.
La fama de Mario se extendió globalmente poco después de los acontecimientos del 9 de octubre de 1967, cuando la revista francesa Paris Match publicó una foto de él y reveló que había recibido la orden de ejecutar al guerrillero tras su captura.
Su identidad y su implicación en la muerte del Che no estuvieron exentas de controversia.
En 2014, incluso dialogó con el periódico español El Mundo y afirmó que él no había sido el que eliminó al líder guerrillero, y que existían tres soldados con su mismo nombre en la campaña de Ñancahuazú, donde se capturó y se ejecutó al Che.
En esa ocasión, también expresó que para él, el Che no era más que un invasor, a pesar de que muchos insisten en idolatrarlo.
Desmintió también que los médicos cubanos le hubieran devuelto la vista, como se informó en diversos diarios cubanos: él no había estado ciego, solo padecía de una leve catarata.
No obstante, con el paso del tiempo, Mario confesó que haber matado al argentino fue el peor momento de su vida.
«En ese instante vi al Che grande, muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentía que se echaba encima y cuando me miró fijamente, me sentí mareado. ‘¡Póngase sereno –me dijo– y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!’ Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé”, declaró en 1967, y este relato es el que quedó para la historia.