Foto: Ernesto Matrascusa | EFE
Después de ser excluidos de la Cumbre de las Américas, Cuba, Nicaragua y Venezuela organizaron un encuentro diplomático en La Habana con el objetivo de mostrar unidad y criticar la política exterior de Estados Unidos.
La Cumbre del ALBA sirvió como pretexto para que Díaz-Canel, Maduro y Ortega llevaran a cabo su propia reunión, en la que se planteó: «fijar posición ante la visión imperial que pretende excluir a los pueblos de América», declaró Maduro al llegar al Palacio de la Revolución, lugar del encuentro.
No cabe duda de que esto no era un secreto: se trataba de su propia contracumbre como respuesta a su exclusión de la Cumbre de las Américas, que tendrá lugar en junio en Los Ángeles.
En este contexto, Díaz-Canel expresó: «Tenemos cumbre de integración, de solidaridad, de cooperación. Cumbre humanista, nuestra cumbre», horas antes de anunciar que no asistiría al evento en Estados Unidos, a pesar de que no había recibido una invitación.
Es importante recordar que desde Washington se buscaba en los últimos días alguna manera de invitar a un dirigente cubano de menor rango.
La Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (Alba), con el respaldo del presidente boliviano Luis Arce, presentó un frente común contra Joe Biden, a pesar de que todos ellos mantienen contactos de mayor o menor nivel con Washington.
Díaz-Canel, aludiendo a que Estados Unidos aprovecha su condición de anfitrión para «adoptar conceptos injerencistas», manifestó en este contexto: «¡Unidos nadie podrá silenciarnos! No son meras consignas, es una necesidad histórica».
Por su parte, el presidente argentino Alberto Fernández y su gobierno desean realizar una cumbre paralela en la ciudad californiana, respaldado por Andrés Manuel López Obrador, el presidente mexicano, quien ya ha anunciado que no asistirá a la cumbre oficial en protesta, aunque enviará a su canciller, Marcelo Ebrard.
